La situación que se vive en Gaza es espeluznante. Más de 60.000 muertes según los organismos internacionales y las ONG que trabajan -como pueden- en la zona. Desde hace tiempo, no caben más calificativos: lo que se está perpetrando es un genocidio, un asesinato sistemático de palestinos.
El asunto es complejo y lleva enquistado durante muchas décadas, desde la creación del propio Estado de Israel después de la Segunda Guerra Mundial, con un trasfondo cultural y religioso detrás muy complejo y sobre el que hay que tener muchas precauciones antes de emitir juicios a la ligera. Para entender la raíz de lo que ocurre, comprender bien las causas de cómo se ha llegado hasta aquí, es necesario estudiar y analizar.
Pero no hay prudencias que valgan para concluir que lo que está ocurriendo es una atrocidad. Pueden ponerse sobre la mesa los argumentos que se deseen: que si Israel es una democracia liberal, como ha dicho Isabel Díaz Ayuso, o que nadie debería olvidar que la mecha se encendió con un ataque de Hamás en octubre de 2023.
Todo eso es cierto. Pero en cualquier asunto a menudo hay que trazar una línea entre el bien y el mal. Es una obligación moral denunciar lo que está sucediendo y no ponerse de perfil. Porque 60.000 muertes es una cifra inasumible. Y con la continua amenaza de que lo peor está por llegar. Que hay intención de borrar del mapa la Ciudad de Gaza. No hay nada que haga intuir que hemos llegado al final: para nada, esto parece que va a continuar.
Porque el hombre más poderoso del mundo, Donald Trump, apoya al hombre más poderoso de Oriente Próximo, Benjamin Netanyahu. ¿Qué cifra saciará a ambos? ¿Hay algún límite a la vista? Mientras tanto, en España se debate sobre si parar una etapa de la Vuelta ciclista está o no justificado, surge un debate político entre bloques... ¿Cuántas deberán morir para que ni siquiera hubiera debate? ¿Hay algún número al alcance para que el asunto estuviera fuera de la gresca?
A menudo, miramos hacia atrás, a nuestra Historia, especialmente a la del siglo XX, preguntándonos cómo ocurrieron ciertas cosas, incluso en la propia España. Y juzgamos otro tiempo con los ojos actuales. Parece que la Historia, en el futuro, juzgará que en 2025 siguieran cometiéndose estas atrocidades a un lado del Mediterráneo. Tan cerca, en realidad.
