Los nervios crecen en el PSOE después de los audios de Santos Cerdán –hasta ahora número 3 del partido– que han sido dados a conocer por la Guardia Civil. No se trata solo de Moncloa o Ferraz, que claro está, sino también del partido en su conjunto, tanto en comunidades autónomas y ayuntamientos en los que se gobierna como en los que se viene trabajando para gestar una alternativa sólida al PP.
Ese es el caso de Andalucía, una comunidad en la que el arribo de la vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero, como candidata socialista a la presidencia de la Junta fue saludado con júbilo por la militancia (no tanto por la ciudadanía) y que ahora se ve irremediablemente salpicado por todo lo ocurrido con la trama (cada vez menos ‘supuesta’) de Cerdán, Ábalos y Koldo.
Montero tiene una personalidad vehemente e impulsiva, que tiene sus seguidores y, por supuesto, sus detractores. No hay nada que opinar en contra de ese tipo de personalidades, salvo que, en ocasiones, son más dadas a sufrir situaciones como la que ahora se plantea y se ha buscado ella misma al decir en reiteradas ocasiones que ponía "las manos en el fuego" por Santos Cerdán, aunque se veía venir que podía haber algo grave en su contra. Una vez más –y van…–, en aras de notoriedad, de buscarse un espacio en los medios de comunicación, ha ido más allá de lo que el temple de una persona que lleva tantos en política como ella pedía y ahora se encuentra ante la habitual ecuación de los dirigentes superiores cuando hay un caso de corrupción: ¿lo sabía o no lo sabía? Y la habitual respuesta: si lo sabía es responsable, aunque sea por omisión, y si no lo sabía, también es responsable, porque como vicepresidenta no se ha enterado de lo que ocurre alrededor de su acción de gobierno.
En cualquier caso, Montero es ahora caldo de cultivo fácil para la crítica del PP, que ya ha empezado a atacar a la candidata socialista por este asunto, un asunto que todo indica que no ha hecho nada más que empezar…



