La guerra de Ucrania, dos años después

El conflicto entre Rusia y Ucrania parece cada vez más enquistado y no se vislumbran soluciones ni políticas ni bélicas; tanto Europa como Estados Unidos comienzan a dar muestras de cansancio en su apoyo

La guerra de Ucrania. Refugiados ucranianos en un acto a favor de su país celebrado en Jerez hace unos meses.
La guerra de Ucrania. Refugiados ucranianos en un acto a favor de su país celebrado en Jerez hace unos meses. Candela Núñez

Se cumplen dos años de la invasión de Ucrania por parte de Rusia y del inicio de una guerra que, en realidad, ya había comenzado en 2014, cuando milicias prorrusas ocuparon buena parte de la región del Donbás, territorio al este de Ucrania fronterizo con la propia Rusia.

Dos años después, la guerra se encuentra completamente estancada, sin que haya visos de que la situación cambie y se decante en uno u otro sentido. Con importante ayuda occidental, las fuerzas ucranianas lograron repeler la invasión rusa en buena parte de los territorios ocupados, pero poco a poco Rusia fue igualando la contienda en el campo de batalla y consiguiendo modestas victorias, como la Bajmut o la más reciente de Avdviidka. 

El problema es que se trata de un conflicto que, a medida que pasa el tiempo sin que haya grandes novedades, corre el peligro de enquistarse. Europa ha hecho todo tipo de promesas a Ucrania en el tema político (Unión Europea), pero en el aspecto militar comienza a dar signos de cansancio. La irrupción de otro conflicto en sus confines, el de lsrael con los palestinos de Gaza, tampoco ayuda a la causa ucraniana. Con todo, el principal problema es con Estados Unidos. Temas de política interna impiden a la Administración Biden tener la misma fogosidad económica que al inicio del conflicto, pero las cosas pueden ir a peor. Una victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales podría ser muy perjudicial para los intereses ucranianos, ya que Trump se ha mostrado siempre muy tibio en lo que se refiere al apoyo al país agredido.

Por lo demás, como es habitual en estos casos, los ciudadanos de Occidente han tenido que soportar un rosario de medias verdades y mentiras por parte de sus dirigentes. Rusia encontró nuevos compradores para su petróleo y su gas, entre los que figuran, por supuesto, países de la Unión Europea. La bancarrota de Rusia, que era cosa de un mes a lo sumo, dos años después sigue sin producirse y tampoco hay revuelta alguna en un país que sigue gobernado con mano de hierro por Vladimir Putin, cuyo régimen además acaba de eliminar a uno de sus principales opositores, Alexei Navalny. Rusia sabe que, a su manera, va ganando, y no tiene prisa.

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