Estas no son nuestras lluvias: el campo andaluz va tomando conciencia del cambio climático

El sector agrario comienza a solicitar nuevas infraestructuras con las que defender sus cultivos de períodos marcados por la sequía y entreactos de fuertes lluvias que causan daños y que, al final, se desaprovechan

Un campo arrasado por 'Bernard' en Chipiona, tierra de la flor cortada.
Un campo arrasado por 'Bernard' en Chipiona, tierra de la flor cortada.

Graves incidencias en el cultivo de la flor cortada, en el aguacate, también en los 'berrys' (en concreto la frambuesa)... Tras el paso de 'Bernard', el temporal que azotó buena parte de Andalucía el domingo pasado –no puede decirse lo mismo de las lluvias 'civilizadas' que han caído durante el resto de la semana, especialmente el jueves– el sector agrario de la comunidad autónoma ha tomado buena nota de lo ocurrido y empieza a cuestionarse la necesidad de adoptar medida si esto es lo que le espera. Y lo que parece que le espera son sequías prolongadas con breves entreactos de fuertes lluvias, todo previsiblemente debido a los efectos del cambio climático.

Lo ocurrido con la climatología de los últimos días puede ser un buen resumen: unas lluvias muy esperadas después del primer episodio de precipitaciones en la segunda quincena de septiembre, al final, lejos de contentar a los agricultores, se han convertido mayoritariamente en un nuevo problema que añadir, paradojas de la vida, al de la sequía.

En ese sentido, las dos principales organizaciones agrarias, Coag y Asaja, coinciden en que hay que comenzar a actuar desde las Administraciones públicas, no tanto para remitir los efectos de los temporales –de alcance imprevisible por su propia naturaleza–, como intentar aprovechar al máximo la lluvia que parece –por ahora hay que utilizar este verbo, solo parece– que va a caer concentrada en menos días, con los inconvenientes que eso supone.

Por supuesto, los agricultores están comenzando a hablar de nuevos embalses, nuevos embalses para Andalucía. No se está pensando en grandes infraestructuras, sino en unas relativamente pequeñas, pero con una ubicación estratégica para aprovechar al máximo buena parte del agua que, en la actualidad, termina por perderse.

Van tres campañas agrarias marcadas por la falta de lluvias y la constatación de que el agua, cuando llega, no siempre es benéfica. Tal vez dos buenas campañas consecutivas, con lluvias suficientes ordenadas en tiempo y forma, contribuyeran a devolver la tranquilidad a un sector que está tomando conciencia de que el cambio climático y sus efectos son algo a lo que desde luego el campo, ni agricultura ni la ganadería, no es ajeno.

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