El año que nos tocó la lotería

El tiempo nos cambió, la ilusión cedió paso a lo cotidiano y los pequeños gestos se convirtieron en una alteración de rutinas para la que ya no había lugar en la agenda

24 de diciembre de 2025 a las 09:18h
Celebración del Quinto premio de la Lotería de Navidad.
Celebración del Quinto premio de la Lotería de Navidad. REYNA

Nunca nos había tocado la lotería y, a pesar de todo, seguíamos fielmente el ritual. Como la entrega solemne de los grandes autores en las instituciones literarias o científicas, el décimo entraba en la caja fuerte de nuestros padres; era mi padre quien nos entregaba un documento que acreditaba nuestra participación. No nos costaba esperar, porque ninguno de nosotros pensaba que pudiera hacerse realidad. Ni siquiera recordábamos el número.

El día del sorteo, ya desde primera hora, la televisión en la sala de estar y la radio en la cocina pugnaban por anunciar el gordo. Solía recortar mi jornada laboral y estar con ellos en esa deshora de los días previos a las fiestas o a los grandes acontecimientos. Contribuía a que pareciera inminente la llegada del premio y, sin embargo, año tras año, el ritual iba perdiendo consistencia, como un pergamino ceniciento que contuviera datos inexplicables.

Así ocurrió que un año alguien no recogió la participación en el décimo y otro yo no estuve con mis padres junto a la radio. El tiempo nos cambió, la ilusión cedió paso a lo cotidiano y los pequeños gestos se convirtieron en una alteración de rutinas para la que ya no había lugar en la agenda. Total, no toca nunca, era la justificación para romper la norma no escrita. Ignorábamos que no era una ley, sino un código, esa forma secreta en la que una familia se entiende, la horma donde caben los enfados y los perdones; la temeridad y el miedo; la pena y la alegría.

Llegó la muerte para recordárnoslo. Como siempre, aprendemos cuando ya es tarde. Y no hubo quien entregara participaciones, ni depositara el décimo como si fuese un tesoro. Alguien distraídamente miró la portada del diario y exclamó: “Nos ha tocado”. Con el mismo tono que se anuncia la predicción meteorológica, la molesta perturbación de una existencia que había errado el camino y nos había dejado sin rumbo.

Nuestro décimo resultó premiado, pero ya hacía años que, sin que lo anunciaran por la radio, nos había tocado la lotería.

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