Después de Castila y León: barra libre

La situación para la izquierda en particular, y para los demócratas en general, es peor ahora que antes. Si no lo asumimos tendremos un futuro desesperanzador

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Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE

Casado en el Congreso, durante la moción de censura presentada por Vox el pasado año.
Casado en el Congreso, durante la moción de censura presentada por Vox el pasado año.

Las elecciones en Castilla y León fueron convocadas por el PP tras romper un pacto con Cs, que le permitían una gobernabilidad tranquila hasta final de legislatura.

Algún lumbreras entendió que tras lo ocurrido en Madrid el viento era favorable, incluso para poder sacar una holgada mayoría absoluta.

Que eso le permitía a Casado dar un bofetón a Pedro Sánchez y de paso a Isabel Díaz Ayuso, dejándoles claro que su victoria iba a ser una más y que después vendría Andalucía.

Pero toda la suerte que acompaña al Presidente del Gobierno se transforma en mala al llegar a Casado.

Al fiasco del intento de tumbar la reforma laboral, con un trabajo de fontanería para atraerse por sorpresa los dos diputados de UPN, le sigue ahora este tropezón que ha estado a punto de ser histórico viendo las expectativas iniciales, aunque a última hora haya salvado una parte de los muebles.

Todos los analistas señalaban que era una jugada arriesgada que no sería favorable a menos de que consiguiera esa mayoría absoluta y que en el mejor de los casos, provocaría un nefasto cambio de socio moderado de centro a radical de extrema derecha.

Y es lo que ha ocurrido. El 13-F supone el fortalecimiento de una fuerza de extrema derecha con tintes anti sistema democrático, que ha llegado para quedarse.

Veremos ahora las consecuencias, pero parece evidente que en estas elecciones ha habido cuatro derrotados, PSOE, PP (especialmente Casado que está hoy en una situación más débil, interna y externa, que antes), Cs y Podemos y dos ganadores, VOX y las formaciones de la denominada “España vacía, o vaciada”.

Si nos quejábamos del fraccionamiento anterior mirando a Euskadi y Catalunya, a partir de ahora se ha agudizado.

En mi época (es lo que tiene pertenecer a la vieja guardia…. roja) desde esa izquierda se practicaba algo muy saludable: la autocrítica. Eso nos permitía hacer un profundo análisis de nuestros errores y poder enderezar una dirección equivocada.

Hoy en día este valor, este activo, ha desaparecido, así escuchar los mensajes lanzados por PSOE y Podemos la noche electoral produce sonrojo a los de antes. La situación para la izquierda en particular, y para los demócratas en general, es peor ahora que antes. Si no lo asumimos tendremos un futuro desesperanzador.

Cambiar en el escenario político Cs por Vox va a tener consecuencias lamentables.

Entre otras cosas porque existen ideólogos en el PP, que han entendido que con la configuración actual del país (ponga cada cual lo que desee) y teniendo casi imposible su entendimiento con las fuerzas nacionalistas vascas y catalanas imprescindibles para acceder al poder, solo les queda la colaboración cada vez más estrecha con VOX.

Isabel Díaz Ayuso, asesorada por su gurú de cabecera, Miguel Ángel Rodríguez, probablemente escuchando a Steve Bannon, en esta campaña ha construido la “pista de aterrizaje” que se va a utilizar  para estructurar ese sólido pacto PP-VOX a partir de ahora.

Sin complejos, con claridad, ha asegurado para escándalo de una izquierda miope, que con Vox ya se puede colaborar, pactar y gobernar sin ningún pudor. Apoyada por la tesis de que es mucho más vergonzoso lo de esa izquierda con Bildu (meten aquí de nuevo a una desparecida ETA) o con el idependentismo de ERC.

Digo miope porque hasta ahora no han descubierto ese cambio de lenguaje y por tanto de guion, en el seno del PP. Ese es el futuro si les quedaba alguna duda y lo veremos los próximos días con la entrada de la extrema derecha en el gobierno de CyL, no sé si en la vicepresidencia como aseguraba Abascal o simplemente en diferentes consejerías como la de Trabajo.

Estamos por tanto en una operación de largo alcance, favorecida e impulsada por poderosos grupos de presión para “blanquear” a Vox y permitir sortear el “efecto nacionalismo”.

Si las izquierdas practicaran la “autocritica” y entendieran que además de táctica existe la estrategia, se adaptarían con rapidez a este nuevo escenario.

¿Cómo?

Cambiando esa posición de pudor y acobardamiento en sus contactos, negociaciones, acuerdos y pactos con las fuerzas nacionalistas, de PNV a ERC terminado en Bildu.

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