Lamentable espectáculo el ofrecido por el “novio de Madrid” y el apuntador de la Villa y Corte en sus declaraciones como testigos en el juicio del fiscal general del Estado. La declaración de González Amador, conocido por los más íntimos como Alberto Quirón, resulta difícil de clasificar por cuanto tiene tanto de cómica como de patética y difícilmente puede alejarse del estilo victimista que caracteriza las intervenciones públicas de su pareja, la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Menos mal que hay jueces que no han perdido el sentido del humor y entre ellos se encuentra Martínez Arrieta, presidente del tribunal que juzga al fiscal general. Consideró su señoría, con buen criterio, que el estilo trágicamente hiperbólico de González Amador era un aderezo teatral con el que ocultar la simplicidad de la cosa juzgada pretendiendo magnificar los daños sufridos por la supuesta filtración por parte del fiscal general del correo que centra el proceso judicial.
Su frase, pretendidamente cargada de falsa tragedia vital, “o me voy de España o me suicido” encierra su predisposición al espectáculo de los titulares mediáticos que buscan alejar la imagen de defraudador confeso de su propia persona. La factoría de ficción de la presidenta madrileña ha puesto lo mejor de sí misma para ayudar al presunto delincuente fiscal en este trance. Pero frente a la dramaturgia del testigo declarante nada mejor que el golpe de realidad del presidente del tribunal: “no le recomiendo ni una cosa ni la otra, mejor consulte con su abogado”, y ahí queda eso.
Pero si el victimismo fue la nota dominante de la declaración de tan especial testigo, no menos sorprendente por el tono utilizado fue la declaración de Chupito Rodríguez, artífice de la estrategia difamatoria hacia el fiscal general y todo aquel o aquella que ose decir la verdad, incluido el periodista de elDiario.es José Precedo que afirmó con total rotundidad que había conocido el correo objeto de filtración una semana antes que estuviera en manos del fiscal general y que éste era inocente.
Rodríguez, personaje tan siniestro como cínico, llegó a pedir que llamasen Don Alberto a la pareja de su jefa mientras que ese pretendido respeto estuvo ausente en sus referencias hacia los fiscales del caso y la defensa del acusado a quienes se refirió con la evidente pretensión de descalificar e incluso enmendar la plana en el proceder interrogatorio.
Y es que el señor Rodríguez una vez más se arrogó una superioridad moral de la que carece y que probablemente es consecuencia de su permanente levitación hidrodinámica que como todos sabemos se debe a la presión de los fluidos, sobre todo de aquellos de los que tan aficionado es cuando echa mano del teléfono móvil y se conecta a la red social Twiter.
Pero está claro que más allá del espectáculo mediático el señor González Amador nunca se irá de España, tierra abonada para presuntos delincuentes fiscales, ya que es tanto su amor por la presidenta que no soportaría vivir sin ella. Y tampoco se va a suicidar alguien a quien provoca temblor de piernas el terceto final del famoso soneto de Quevedo: “Su cuerpo dejará, no su cuidado, serán ceniza, más tendrá sentido; polvo serán, más polvo enamorado”… Imposible que este señor sea capaz de tal sentimiento, o eso me parece a mí.



