Resulta difícil sustraerse a la situación generada en torno a las pruebas de cribado de cáncer de mama cuyos resultados no llegaron a tiempo para miles de mujeres andaluzas teniendo en cuenta que ese retraso en la información o la ausencia de la misma han acarreado graves problemas de salud para todas ellas y en alguna ocasión incluso el fallecimiento de algunas de las afectadas.
La reacción de los gobernantes responsables de dicha situación ha sido todo un rosario de despropósitos que solo han servido para encender aún más los ánimos de las pacientes y sus familiares. En un primer momento, la dimitida consejera de salud, un dechado de prepotencia y falta de empatía, intentó minimizar el problema, reduciéndolo a tres o cuatro mujeres que ahora se cuentan por miles y los que nos queda por conocer. Y haciendo gala de un carácter irreconciliable con el desempeño de un cargo público de las características del que ella ostentaba y descalificando a quienes habían dado a conocer el problema acusándoles de desacreditar el sistema público de salud hasta el punto de provocar que el propio Moreno tuviese que bajar a las arenas movedizas de la crítica política para rectificar las palabras de su consejera.
De nada valió el esfuerzo presidencial y su depósito de confianza en la consejera por cuantos pocos días después el cese de esta vino a confirmar la gravedad del problema por mucho que se revistiera formalmente con los ropajes de una dimisión voluntaria, cosa que cuadraba poco con la afirmación que había realizado apenas veinticuatro horas antes en el sentido de resistir en el cargo. Pero en esto, como en tantas situaciones en la vida pública, valga el viejo refrán del muerto al hoyo y el vivo al bollo. Y ni corto ni perezoso y víctima del pánico electoral que empezaba a aparecer en el horizonte Moreno en un gesto de originalidad tiró de esa especie de supermán de andar por casa que no es otro que el consejero de Presidencia y muchas más cosas, todoterreno Sanz, que lo mismo parece servir para un roto que para un descosido.
SuperSanz tiró de inmediato del manual de crisis intentando hacer girar el debate sobre la grave crisis sanitaria hacia el terreno de las futuras medidas, anunciando millones y más millones de euros y cientos y más cientos de contratos de personal, ese que hasta ahora no se podía contratar. Pero no hay nada imposible ni capaz de resistirse a la varita mágica del superconsejero que sigue sin contestar a las cuestiones básicas planteadas por las asociaciones de mujeres afectadas y también de la oposición política y la ciudadanía en general: cuantas mujeres, por qué ha ocurrido, quienes son los responsables...
Al tiempo, el intento a la desesperada de eludir responsabilidades y restar gravedad al asunto ha hecho que el gobierno de Moreno haya cometido errores que pueden tener graves consecuencias electorales, que al parecer es lo único que le preocupa. Las denuncias ante la Fiscalía empiezan a ser numerosas y la última de ella por la posible alteración o desaparición de imágenes de las afectadas de sus expedientes tiene difícil explicación hasta el punto de que el superconsejero haya rozado el ridículo al comparar ese fallo con la imposibilidad de comprar entradas para el concierto de La Oreja de Van Gogh por la caída de centros de datos de AWS. Y es que a frívolos no hay quien les gane.
Mientras tanto, la unidad de ciberdelincuencia investiga ya por instrucciones de la Fiscalía la presunta manipulación o desaparición de las imágenes radiológicas que además son la fuerza probatoria para denunciar por parte de las afectadas.
Los nervios se han apoderado del gobierno andaluz al completo y de su presidente que ha perdido su habitual compostura para caer en comportamientos nada moderados mientras las fuerzas del mal y la acorazada mediática empiezan a convertir a las víctimas en verdugos, y esto no es más que la punta del iceberg, y si no al tiempo….