Grande-Marlaska descubre una placa junto a Mamen Sánchez en la inauguración de la nueva comisaría de Jerez, en febrero de 2020.
Grande-Marlaska descubre una placa junto a Mamen Sánchez en la inauguración de la nueva comisaría de Jerez, en febrero de 2020. JUAN CARLOS TORO

Se cuenta en la presentación de su libro, Ni pena ni miedo, que Fernando Grande-Marlaska, otrora juez de la Audiencia Nacional aclamado por la derecha de este país y ahora ministro del Interior vilipendiado por esa misma derecha, lleva tatuadas en su muñeca esas mismas palabras como una especie de recordatorio permanente de su forma de entender la vida y sobre todo el cumplimiento del deber.

Se cuenta también allí que esas palabras son para él un lema de resistencia según el cual el miedo a las consecuencias de nuestros actos no debe paralizar nuestras decisiones futuras en consecuencia con lo que creemos y defendemos. Y a fe que lo está defendiendo con uñas y dientes en unos momentos en que la derecha extrema de este país y su coro mediático mercenario han centrado en su derrocamiento todas sus energías con algunas complicidades en el propio aparato de la Seguridad del Estado.

Se recrimina, hasta el extremo de la criminalización, que Marlaska haya ejercido sus competencias destituyendo a cargos de confianza en la Guardia Civil, ni más ni menos, lo mismo que hicieron sus antecesores en el cargo, sobre todos los Ministros de Interior Fernández Díaz y Juan Ignacio Zoido. ¿Qué ley no escrita convierte en delito que un ministro de un Gobierno socialista acometa la remodelación de su equipo de confianza al frente de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado siguiendo la práctica habitual y frecuente de sus predecesores del Partido Popular? Deberían los pontífices de la prensa mercenaria ayudarnos a entender por qué lo que aplaudían de la mano de Fernández Díaz y Zoido hoy convierten casi en crimen de Estado de la mano de Marlaska. Asistimos una vez más a ese maldito baile de máscaras donde todo vale en su afán por derribar al Gobierno legítimo de España.

Pero ante tanta derecha bailona Marlaska ha vuelto a ser coherente con su lema, ni pena ni miedo, por mucho que la derecha extrema y la extrema derecha hayan querido utilizar para sus objetivos partidista una Institución tan respetable como la propia Guardia Civil a la que tanto debemos en la defensa de nuestro derecho constitucional a la seguridad pública. Marlaska pasará a la historia por una brillante carrera judicial pero también por un ejercicio exquisito del poder al frente de un Ministerio tan difícil como el de Interior, aunque eso haya despertado a la jauría extremadamente conservadora de nuestro país. Yo le conocí en mi condición de Portavoz de Interior en el Senado en la pasada legislatura y puedo dar fe de que no siente pena ni miedo y por eso no huye de tomar las decisiones necesarias para el buen gobierno en los temas de su competencia.

Y mientras esto ocurre en la Villa y Corte, aquí, en nuestra querida Andalucía pasamos a la Fase 3 y lo hacemos todos juntos poniendo fin a las coartadas frentistas de Juanma Moreno y su lugarteniente Bendodo. Ahora el destino de nuestra salud pública vuelve a estar en las manos de quienes no fueron capaces de controlar una partida de carne mechada contaminada con listeria. Esperemos que hayan aprendido la lección por el bien de la ciudadanía andaluza aunque mucho me temo que la responsabilidad como autoridad delegada a partir del lunes les ha provocado un intenso temblor de piernas. Se acabo lo de culpar al otro, ha llegado el momento de ponerse ante el espejo de la responsabilidad propia y parece que ya van con retraso a tenor de la “crisis de las playas” que se cierne sobre la coalición gubernamental, huele a miedo más que a sensatez y prudencia, algo muy propio de tahúres y fanfarrones.

Posdata: les recomiendo leer el tuit del impresentable Girauta invitando a sus antiguos compañeros y compañeras de Ciudadanos a devorar por tiempos su miembro viril, pero sin dejar de leer también la genial respuesta de su compañero Igea, Vicepresidente de Castilla y León, vivir para ver…

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