La mirada hacia lo global, la grave crisis humanitaria, política, social y económica que está provocando la invasión de Ucrania por parte de Putin, no debe hacernos perder la otra mirada, la doméstica, por cuanto se están produciendo acontecimientos que no deben pasar desapercibidos por la gravedad de sus consecuencias para el sistema democrático como es el caso del pacto entre Partido Popular y Vox en Castilla y León.
El mismo día en que Núñez Feijóo presentaba sus avales para presidir el Partido Popular se hacía público el acuerdo que viene a significar que Vox alcanza el poder institucional por obra y arte del Partido Popular. Un hecho que hasta el Partido Popular Europeo ha cuestionado de manera contundente mostrando su rechazo a ese acuerdo de gobierno entre el partido de Feijóo y la extrema derecha, un hecho insólito en las democracias europeas donde acordar con la ultraderecha es una línea roja que nunca debe traspasarse como ya se demostró en el land de Turingia donde el acuerdo de la derecha del CDU con AFD, la extrema derecha alemana, se cobró la cabeza de la presumible sucesora de Ángela Merkel.
Pero el Partido Popular español ha demostrado una vez más su carácter autárquico en lo que se refiere a los pactos políticos y los acuerdos de gobierno adoptando una posición que puede pasarle factura en el futuro más cercano. Núñez Feijóo ha puesto en práctica su reconocida y notable capacidad de escapismo político a la hora de analizar y justificar el acuerdo al que ha llegado su compañero Fernández Mañueco con el partido de Abascal esgrimiendo dos argumentos que revelan un alto grado de cinismo y una sorprendente falta de capacidad política en quien aspira a liderar la derecha española.
El primero de ellos, afirmar que Mañueco estaba autorizado por el anterior presidente popular Pablo Casado, es un insulto a la inteligencia ciudadana por cuanto el futuro líder popular podía haber desautorizado a Casado en este punto como lo han hecho con carácter general, y el segundo, culpar al Partido Socialista por no haberse abstenido, no resiste el más mínimo análisis objetivo al contrastarlo con las hemerotecas. Fue el propio Sánchez quien en sede parlamentaria anunció que el Partido Socialista se abstendría en Castilla y León si los populares rompían todas sus relaciones de poder, explicitas e implícitas, con la extrema derecha de Abascal.
La verdad de lo ocurrido es que el PP de Feijóo ha pactado con la extrema derecha española un gobierno donde ocupará la Vicepresidencia y tres consejerías además de presidir el parlamento autonómico en manos de un partido, Vox, que se manifiesta contrario al estado de las autonomías. El pacto incluye además la consabida ley de violencia intrafamiliar con la que la extrema derecha quiere esconder la trágica realidad de la violencia de género, así como consideraciones de marcado carácter antidemocrático en materia de educación o inmigración.
A las primeras de cambio y con un liderazgo aún nonnato Núñez Feijóo ha vendido al diablo el carácter centrista del que tanto presumía por un plato de lentejas. Y esto no ha hecho más que empezar, en el horizonte se divisan las elecciones andaluzas donde el resultado electoral puede asemejarse al de Castilla y León poniendo de nuevo al Partido Popular al borde del precipicio del pacto con la extrema derecha, y a Feijóo, ya presidente electo del Partido, ante una tesitura similar a la del dilema trágico del teatro griego clásico.
Todo esto antes de empezar su andadura y con la Khaleesi madrileña, Díaz Ayuso, sobrevolando con sus dragones de fuego el tiempo anterior al Congreso Nacional del partido y anticipando temas y tiempos que son como un cáliz que Feijóo pretende apartar de sí mismo. Pero lo realmente grave es que a Feijóo le han dado la primera en la frente y ni la ha visto venir o, como buen gallego, nos ha hecho creer que no la ha visto.
Comentarios