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No sé si han podido verlo, por su salud mental espero que no. Se lo resumo, un grupo de legionarios de la Congregación de Mena visita el Hospital de Málaga para cantarles a los niños de la planta de oncología El novio de la muerte (canción pro-belicista y católica) y regalarles peluches y camisetas de la legión. “También hemos regalado estampitas de la Virgen de la Soledad”, ha declarado el hermano mayor de la congregación, Antonio de la Morena.

Según Europa Press, “con esta visita la Congregación de Mena y La Legión Española cumplen su deseo de visitar a los menores ingresados en el hospital materno infantil de Málaga”. Y ahí está la clave, ¿no se ha parado a pensar la delegada de Salud, Ana Isabel González, y el director del Hospital, que quizás son los niños quienes han de querer ser visitados por un grupo de legionarios? ¿Nunca imaginó que un niño con cáncer quizás no quiera escuchar eso de ser “el novio de la muerte”? ¿Con qué potestad han decidido usted y los gerentes del hospital usar un espacio público de la ciudadanía para el adoctrinamiento político y religioso de asociaciones emparentadas con la extrema derecha? ¿No se han percatado de que puede que haya familias que no compartan las ideas belicistas de la legión? ¿No se han parado a pensar que los niños pueden tener más y mejores héroes, más y mejor imaginación, más y mejores deseos que morir orgullosos por una bandera?

No es la primera vez que lo vemos, la teatralización de causas humanitarias para lavar imágenes y conciencias entre asociaciones y políticos de turno. Fotos, un puñado de peluches y para a presumir de buen cristiano. Aunque luego en casa apoyes la intervención en Siria, seas un machista indómito, un homófobo o apoyes eso de España para los españoles. Episodios de niños envueltos en banderas hemos visto ya demasiados y todos huelen a lo mismo, a adultos que proyectan en niños sus deseos, privándoles de la libertad de ser lo que quieran ser. Son los adultos quienes tienen que acercarse al mundo  de los niños, y no al revés. Ya va siendo hora que los adultos dejen en invadir el espacio privado de los niños. Dejadlos jugar, inventar, saltar, imaginar, decidir y equivocarse, ilusionarse, imitar a quienes quieran imitar, que descubran sus dioses o la ausencia de ellos, pues a buen seguro de su mundo surgirá uno mucho mejor que el que descubrirán más allá de la inocencia.

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