La calle Honda, en una imagen de archivo.
La calle Honda, en una imagen de archivo.

Los comerciantes es cierto que no vieron venir el problema, pero en estos momentos su calidad de atención y productos está muy por encima de esas cadenas deshumanizadas que tanto gustan. 

A menudo suceden cosas en la vida que aceptamos sin más y que son consecuencia de algo que pasó anteriormente o directamente de algo que no se hizo en el momento apropiado. Por ejemplo: el caso de Cataluña. Antes de que todo estallara, todos señalaban a Rajoy porque no había hecho nada para evitar lo que pasó luego. También hubieron otros muchos que recordaban las concesiones que gobiernos anteriores habían realizado a los nacionalistas, con las cuales se habría fraguado todo este sistema de adoctrinamiento que hoy se denuncia en todos los medios de comunicación de forma continua, desesperantemente continua. Sin embargo, a fuerza de no hacer absolutamente nada (como si no fuera con ellos la cosa y no tuviesen algún tipo de responsabilidad en todo esto), la propia sociedad, de manera subliminal, a aprendido a ver las cosas de otra forma, de modo que hoy todos señalan a Puigdemont como el único culpable de todo, un demonio que conviene exorcizar cuanto antes por el bien del país, aunque no se sepa bien cuál.

Lo mismo sucede a todos los niveles, llegando incluso a transformar las costumbres de toda una sociedad, que antes llevaba a rajatabla unos hábitos bien definidos y que ahora reniega de ellos como si nunca hubiesen existido. En el caso de los jerezanos, y afectando de manera muy especial al centro histórico, tenemos los ejemplos de los comercios, por un lado, y la denostación de los adoquines y su sustitución por asfalto, por otro. Obviamente podría haber ejemplos para todo, pero entonces daría para un libro de sociología de esos aburridos que luego nadie leería pero todos citarían como si lo hubieran hecho.

El segundo caso, el de los adoquines, dará para una futura entrega, porque el maltrato y la falta de atención y mantenimiento que sufre el pavimento de la zona histórica en general merecería un artículo completo. Pero sorprende la cantidad de comentarios positivos que ha recibido la iniciativa de sustituir el adoquín por el aglomerado en las Angustias, esgrimiendo para ello unos razonamientos de lo más variopinto: que si los coches se desmontan, que si cuando ando con tacones es un suplicio (esta razón es muy curiosa, ya que se ve que la gente cuando lleva tacones anda por la calzada en lugar de por las aceras), etc. Evidentemente todo ello denota el egoísmo que impera en la sociedad de la que formamos parte: “qué bien que han asfaltado porque MIS amortiguadores de MI coche y YO lo agradeceremos” o “YO con MIS tacones podré (YO) andar mejor”, sin dejar el “por MÍ, ojalá que asfalten todo el centro, empezando por la calle Empedrada”, que digo yo que pasaría a llamarse calle “Asfaltada” para no entrar en una contradicción semántica. El caso es que nadie piensa en que el adoquinado no se ha mantenido durante años, que Jerez era un referente en este oficio y, desde luego, nadie se plantea la importancia del pavimento en el entorno histórico del que forma parte. Nadie piensa en nada, sólo en MI coche, MI moto y MIS tacones, aunque siga andado con ellos por unas aceras que sí que están destrozadas.

Lo del comercio sí que forma parte de un proceso complejo de cambio de hábitos que comienza en el momento de la creación de las grandes cadenas y los grandes grupos comerciales. Un Lefties o un Pull&Bear es igual en todas partes, te los encuentres aquí, en Brasil o en China. No son comercios de cercanía que vendan productos locales exclusivos y que dejen beneficios en la ciudad en las que se ubican. Pero cómo será la cosa, que ya se leen comentarios tipo “Lefties era una tienda de toda la vida del centro”, como si fuera Rianal o algo parecido. Subliminalmente se nos ha acostumbrado a comprar en esas tiendas y a ponerlas por encima de la pequeña tienda local. Ese fue el primer paso. Y el segundo fue que todas esas tiendas de las grandes cadenas se agruparon juntas en los centros comerciales, extendiendo la imagen de que allí se puede comprar con más comodidad, sin los problemas de aparcamiento y falta de actividad del centro, la que ellos mismos antes se cargaron de una forma muy sutil. El éxito ante una ciudadanía totalmente aborregada y acostumbrada a coger el coche hasta para ir a mear estaba cantado. Tanto se han arraigado que hay mucha gente que piensa que el centro se lo han cargado los propios comerciantes del centro, los parkings y zona azul. Esto también tiene sus dosis de hipocresía, ya que se alude a pagar para aparcar para no ir a comprar al centro, pero ese pago no parece ser impedimento para venir a los bares, a las zambombas o a la Semana Santa, por poner tres pequeños ejemplos.

¿De quién es la responsabilidad de todo esto? ¿Políticos? ¿Comerciantes? ¿Rita, la Cantaora? En opinión de este humilde columnista, la culpa es exclusivamente tuya y mía. Al político se le puede reprochar falta de sensibilidad, pero hay que tener en cuenta que es también un ciudadano al que se le ha inculcado estos comportamientos. Los comerciantes es cierto que no vieron venir el problema, pero en estos momentos su calidad de atención y productos está muy por encima de esas cadenas deshumanizadas que tanto gustan. Los parkings y zonas azules existen en todas las ciudades y en ninguna de ellas se aprecia el deterioro que se contempla aquí. Es más, cuando vamos a Sevilla o Cádiz a pasar el día seguro que pagamos sin rechistar. Debemos admitir que nos la han colado y que, sin que nos diésemos cuenta, hemos pasado a denostar lo local en favor de empresas que ni siquiera tributan en España por razones superficiales, porque YO puedo llegar y aparcar MI coche sin problemas, que es por encima de todo parece que más les importa a los habitantes de Jerez. 

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