De que cada vez son menos nuestras las playas

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Hace unas semanas estuve en el festival Motor Circus que tuvo lugar en El Puerto de Santa María, para ver al gran Iggy Pop. Tonta de mí, sin haber caído antes, me llamó la atención la cantidad de extranjeros que había. A partir de entonces, ya he empezado a ver cómo, como siempre por esta época del año, empiezan a poblar nuestras playas y terrazas.

Todos los años por estas fechas salta la misma polémica; que si qué prima más, nuestra economía, que recibe un impulso notable gracias al turismo, o la preservación de nuestras playas y parajes. Afortunadamente, no tenemos unos turistas muy nocivos, como puede pasar en Tarragona o en Baleares; aquí más bien la culpa es de nuestros legisladores y nuestros constructores, que se saltan los límites para hacer un hotel más cerca de la línea de playa.

El ejemplo más claro de esto es la playa del Palmar. Dos de mis compañeros escribieron un reportaje sobre ello para la revista impresa de lavozdelsur.es, El Papel de La Voz, y contaban que antes de 1975 había unas 120 viviendas en la playa; ahora, cada año se construyen unas 40. El pie de playa está lleno de escuelas de surf, viviendas particulares, mercados de artesanía, chiringuitos, aparcamientos improvisados y casuchas reconvertidas, sospecho que no muy legalmente, en apartamentos de verano.

No es algo nuevo, por supuesto. Ahora pienso en México, en los lugareños de Cancún cuando comenzaron a construir resorts a mansalva y les quitaron sus playas, en Varadero o en República Dominicana. No somos nuevos en eso.

El Palmar siempre fue mi playa favorita y ahora es prácticamente imposible ya pasar unas horas allí durante julio y agosto, sobre todo en fin de semana, si no quieres clavarte una sombrilla vecina en un ojo. Tampoco voy a demonizar el turismo; no voy a engañar a nadie, a mí también me gusta pasear por Cádiz, Conil o Vejer en verano y captar al vuelo palabras en acentos extranjeros; enriquece a la provincia, y no sólo económicamente.

Sin embargo, también es triste que nosotros mismos, gaditanos, no podamos ni pensar en pasar unos días en Tarifa o a Zahara en pleno verano sin haberlo organizado al menos tres meses antes, porque ya está todo reservado; que no podamos disfrutar de verdad de nuestras mejores playas porque los turistas (en su connotación más negativa) vienen a hacerse fotos en los acantilados de Conil. Si fuéramos capaces, como seres humanos, de controlar las ansias de riqueza... No nos vamos a engañar; es algo casi imposible.

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