Un fotograma de 'La Peste'. FOTO: JULI VERGNE
Un fotograma de 'La Peste'. FOTO: JULI VERGNE

Cuando ves a un andaluz hablando “serio”, sin contarte un chiste o sin decir algún gracejo, a la gente le choca. Pero una cosa es que te choque y otra muy diferente, que te moleste. 

Volvemos a la misma cantinela, que no por recurrente deja de ser noticia en esta España donde todo aquello que parezca un matiz diferenciador entre territorios provoca una profunda urticaria de la moral patria. Lo que comienza siendo un hecho meramente anecdótico, criticable y que se circunscribe a determinados foros (preferentemente compuesto por consumidores y usuarios de la programación de TV), termina saltando a redes sociales, opinadores cáusticos y otras yerbas (la mayoría mala) que no desaprovechan la ocasión para tirar con bala y ampliar el catálogo de faltas de respeto e insultos.

Y me refiero a la polémica suscitada sobre la serie española La Peste, ambientada en Sevilla, y que ha provocado una oleada de quejas (algunas más vehementes que otras) por el acento andaluz que exhiben los actores y que algunos consideran “incomprensible”. Resulta curioso, que cuando ese tipo de elemento sonoro (el acento, digo) aparece en una serie de comedia, no molesta a nadie. Es más, provoca la hilaridad, la chanza y el palmoteo jocoso sobre las mesas de los televidentes. Desde el portero de Aquí no hay quien viva, pasando por la chacha de Médico de Familia… el andaluz siempre ha tenido un papel abufonado en toda serie española. Se estimulan los estereotipos y claro, pasa lo que pasa, que cuando ves a un andaluz hablando “serio”, sin contarte un chiste o sin decir algún gracejo, a la gente le choca. Pero una cosa es que te choque y otra muy diferente, que te moleste. 

Y más cuando lo que provoca ese malestar es el acento. Hoy es el andaluz, pero mañana puede ser el acento mañico, o el vasco, o el catalán, o el gallego… porque muchos se introducen en estas discusiones para meter su mierda, la de la Única, Grande y Libre, aunque eso de libre, habría que tomarla con las reservas correspondientes.

Revisen bien los capítulos de marras y escuchen con atención. El problema no es el “habla” andaluz… el problema es la hornada de nuevos actores que pululan por el celuloide español y que no saben lo que es la dicción ni lo que es vocalizar correctamente. Hablan deprisa, en tono bajo y atropelladamente, quizás porque algún lumbreras les dijo que eso les daba realismo, o que el andaluz habla así… pero el problema es que no se les entiende un carajo. Y no es La Peste… pasa en la gran mayoría de series y películas españolas, por desgracia. Invito a cualquier compatriota a que se pase por una ciudad andaluza y compruebe con sus propios oídos si sonamos a húngaros o a españoles. 

No se engañen, esto no es un problema de “acentos”. El trasfondo, amigos, se llama intolerancia. Y ha vuelto con fuerza.

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