Una imagen del Hospital de Jerez, esta semana.
Una imagen del Hospital de Jerez, esta semana.
Los equipos de protección individual constituyen hoy uno de los grandes protagonistas de nuestro día a día. Mucho se habla de su necesidad y su escasez. Es más que evidente que los profesionales sanitarios necesitamos protección, pero no solo frente al coronavirus sino también frente a la mentira y la infamia, frente a aquellos que tratan de desprestigiarnos, frente a aquellos que intentan decir que no nos preparamos y no nos organizamos, frente aquellos que buscan con ahínco nuestro fallo, frente a aquellos que sólo merecen nuestro olvido. El coronavirus nos ataca, y no podemos explicar el porqué, solo nos queda lamentarnos y trabajar para minimizar sus efectos. Pero, ¿por qué nos atacan otros? ¿Cuál es la razón profunda de la mentira y su difusión sin la mínima verificación? ¿Qué se pretende? No puedo imaginar a mis compañeros prescribiendo un tratamiento médico tan sólo porque alguien lo haya dicho, sin comprobar eficacia y seguridad. “Primun non nocere” dice nuestro Juramento Hipocrático. Otros parecen no tener código deontológico. A lo largo de la historia ha habido muchas crisis y guerras, y hoy recordamos a los héroes y también a los que huyeron o no estuvieron a la altura. Esta crisis nos está desnudando y dejando entrever lo que cada uno somos, y lo más importante, así se nos recordará. Todos los que trabajamos en el Hospital de Jerez, sabemos que los pacientes que lamentablemente fallecieron por el coronavirus, recibieron el mejor trato, todo nuestro cariño en su soledad y tuvieron a su disposición tantos recursos humanos y materiales como necesitaron. Sus familiares deben estar tranquilos dentro de su dolor. Pues sí, en nuestra sociedad tenemos EPI y anti-EPI. Estoy seguro de que Jerez recordará quién trató de protegerlos y quien de alarmarlos. Los jerezanos sabrán a quién aplaudir y a quién dar la espalda. Alguien debería pedir perdón.

Sebastián Garzón López

Médico del Hospital de Jerez

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