Muddy Waters, en una imagen de archivo.
Muddy Waters, en una imagen de archivo.

Cuarenta días y cuarenta noches desde que mi pequeña dejó la ciudad (Forty days and forty nights since my baby left this town). Con esta frase da comienzo el que quizás sea el blues rápido más desgarrador de la historia. Fue grabado por primera vez en 1956 por Muddy Waters, considerado el padre del Chicago Blues, toda una eminencia. Haciendo uso de esta anáfora en cada estrofa, Muddy comparte la melancolía producto de la soledad y el amor distante.

Cuarenta días y cuarenta noches desde que la vi sonreír por última vez. Supongo que llevo bien la cuenta del tiempo. Cada día sigo la misma rutina, después de almorzar dibujo una raya más en la pizarra siguiendo la clásica forma de cuatro verticales y una quinta cruzada. Para que me cuadrara con la cuenta oficial según los días de estado de alarma, empecé de nuevo la cuenta justo debajo de las dos rayas que ya había dibujado el viernes 13 y el sábado 14. Junto a las rayas también he cuadrado una cuenta atrás usando una caja de vitaminas, así tengo juntas la perspectiva de lo que llevamos y lo que falta.

Cuarenta días y cuarenta noches desde que me di cuenta de que cada día la echaría más en falta. Ahora soy esclavo de la televisión y el periódico, esperando siempre alguna buena noticia o algo diferente con lo que entretenerme durante la cuarentena, término que al final hemos llevado hasta su significado literal y más allá. Como presagio y casualidad al respecto, durante el primer fin de semana de cuarentena, el bluesman sevillano Little Boy Quique interpretó esta misma canción en Tierra de Talentos, concurso de Canal Sur que por cierto ganó. Por supuesto, el programa estaría grabado de días antes, pero no deja de ser curioso.

Cuarenta días y cuarenta noches desde que mi ordenador pasa todo el día encendido con la esperanza de poder verla de alguna forma. Puede que lo que más duele no es el acumulado de días, sino el horizonte que nunca llega, sumando siempre días de quince en quince. El tiempo y los días pasan, pero es fácil perder la noción de ambos debido a su monotonía. Durante un par de semanas seguidas, no sé cómo, el cielo siempre se nublaba para todo el día cuestión de las 11:45 am. O por lo menos eso me parecía.

Cuarenta días y cuarenta noches desde que vimos juntos a Moreno Bonilla hablar en televisión. Puedo recordar todos los detalles de esa última noche, hasta los gritos de alegría que se escucharon en la avenida en el momento que se anunció el paro universitario de 15 días. Viéndolo ahora me alegro mucho de que nos quedáramos juntos en casa en vez de haber ido a la bolera. Los dos tranquilos, una buena película, una magnífica hamburguesa a domicilio para no salir y un poquito de vino que nos quedaba. Era nuestra última noche juntos en 15 días y no íbamos a gastar nada hasta entonces, nos lo podíamos permitir. 

Cuarenta días y cuarenta noches desde que éramos más felices de lo que creíamos. Aún tengo el sobre con la toallita para lavarme las manos que venía en el pedido, no podía saber cuándo lo iba a necesitar de verdad. Ahora su estampado, “úsame y como si nada”, me parece toda una metáfora del fin. Será con lo que me lave las manos justo antes de verla. Hasta entonces seguiré tal y como canta Muddy al terminar su canción, rezando por ella cada noche. “La vida es amor y el amor es lo cierto. Espero que vuelva a casa esta noche.”

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