Cada vez que Moreno Bonilla aterriza en Cádiz pasa lo mismo: agenda apretada, foto medida, discurso genérico y salida rápida. Una visita más. Y Cádiz, que ya ha visto pasar a muchos, vuelve a comprobar la diferencia entre venir y estar.
Porque Cádiz no es una parada en una gira institucional ni un fondo bonito para una comparecencia. Cádiz es una provincia golpeada por el paro, por la precariedad, por el deterioro de los servicios públicos y por promesas que se repiten mandato tras mandato sin cumplirse. Y eso no se entiende en una mañana de actos ni se arregla con palabras bien colocadas.
Aquí sabemos que lo importante no viene de catálogo. La política de escaparate está muy lejos de la realidad de nuestra tierra. Lo vemos también en esos paseos electorales teledirigidos desde Sevilla, cuidadosamente diseñados por las direcciones de las organizaciones políticas: recorridos marcados, mensajes enlatados y visitas relámpago que no pisan los problemas reales ni escuchan a la gente que los sufre cada día. Quienes aparecen solo cuando hay cámaras no representan nuestros valores. Arrogarse la representación de las gaditanas y los gaditanos exige legitimidad, y esa legitimidad solo se gana estando: ayudando en los conflictos laborales, dando la cara cuando se cierran servicios sanitarios o acompañando a los pueblos que se movilizan para no perder el poco empleo digno que les queda.
Moreno Bonilla puede venir a Cádiz las veces que quiera, pero poner soluciones a los problemas de nuestra provincia exige algo más que visitas: exige conocerla, escucharla y priorizarla. Y eso no se hace desde despachos lejanos ni con discursos clónicos que sirven igual para Sevilla que para Almería.
A veces, a algunos responsables públicos se les olvida lo que significa la palabra arraigo. Si solo vienes de visita, no sabes lo que es un astillero en lucha, una sanidad pública desbordada, un campo sin agua o una juventud obligada a marcharse porque aquí no encuentra futuro. Eso no se aprende en un argumentario: se vive.
En Cádiz desconfiamos del postureo y de las fotos rápidas. Aquí respetamos a quien se queda, a quien da la cara cuando no hay visita oficial ni titulares. Y por eso es importante dejar claro que las necesidades de nuestra tierra las conocen quienes la viven en el día a día, no quienes solo la pisan cuando toca.
Frente a las giras mediáticas de Moreno Bonilla, Cádiz necesita voz propia. Frente a las visitas, arraigo. Frente a los discursos de paso, gente de la tierra defendiendo lo nuestro, que es lo de todos/as. Porque Cádiz no es un decorado electoral. Cádiz es una provincia que exige respeto.


