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El Gobierno tiene que tomar medidas para que los comentarios que se hagan en las distintas webs sean fiables.

El oro ha sido siempre en la historia el símbolo de la riqueza y el poder. Hoy, en estos tiempo de penurias, los inversores regresan al oro en vez de a los ladrillos, pero ha aparecido un nuevo oro: la información. La información de todo tipo: en forma de datos personales, de comentarios en redes sociales, de puntuación en web especializadas (TripAdvisor, Booking, etc...) o en el buscador de buscadores: Google.

En estos días hemos vivido en Jerez el caso del Hotel Joma, donde muchos comentarios de visitantes han destruido toda la reputación digital del hotel. ¿Llevan razón estos comentarios? No lo sé. Si son tantos alguna razón tendrán. O no. ¿Por qué dudo? Porque los comentarios en una red social no son fiables, nos pongamos como nos pongamos. Hoy todo el mundo puede comentar cualquier cosa y con un poco de suerte, su comentario se hace viral.

Para más mala suerte, tenemos en contra la ignorancia de mucha gente. Tenemos que reconocerlo: mucha gente que usa Facebook no sabe leer. Y cuando digo leer, me refiero a comprender lo que se lee. No a unir letras. Se puede comprobar cómo lee la gente viendo su manera de escribir. Las faltas de ortografía, de expresión, de estructura de las frases, es la norma común en un Facebook cada vez más insoportable de leer. También hay mucha gente que se cree todo lo que ve en la televisión, todo lo que escucha en la radio o todo lo que lee (por desgracia en lo único que leen al día: el Facebook o el Whatsapp, por cierto, del mismo dueño ambos).

"Es que lo pone en el Facebook", pontifican algunos. Como si eso fuera patente de corso. Se ha perdido la capacidad crítica de la persona para averiguar si la información que le llega es verdadera o falsa. ¿Y qué hacer ante esta jungla de comentarios que están haciendo mucho daño tanto al sector hostelero como al comercial en general? Primero, la regulación de todo esto a través de la Ley. Así es como se hacen las cosas en un estado de derecho. Es el Gobierno el máximo responsable de todo lo que ocurre en este país. Y en este caso, lo es también por no haber tomado antes cartas en el asunto. El Gobierno tiene que tomar medidas para que los comentarios que se hagan en las distintas webs sean fiables. Es muy fácil.

Primero, acabar con el anonimato. Si alguien por comentar algo negativo tiene miedo a represalias debería denunciarlo a la policía. Los comentarios anónimos pueden ser falsos y hacen mucho daño. Segundo, si yo quiero hacer un comentario sobre un determinado establecimiento tengo que demostrar que yo he estado allí. A través de la oportuna factura del servicio o la hoja de reclamaciones que haya puesto. No vale una queja en una web. Lo que vale y es serio es una hoja de reclamaciones. Los comentarios pueden ser negativos y tener razón. Y no tenerla y la verdadera razón es hacer daño, chantajear al hostelero o simplemente hundir a la competencia. Los comentarios también pueden ser positivos y falsos. Yo puedo animar a mi familia y amigos a comentar que mi restaurante es el mejor de todos.

Insisto, hace falta un control, pero las webs no van a tolerar tanta traba ni tanto control (ya les digo, la información es un negocio). Pues si no cumplen la ley y siguen permitiendo este caos, se las bloquea al igual que se hace con las páginas de descargas ilegales.
Yo soy Local Guide 5 de Google. ¿Eso qué es? Dirán ustedes... Mi móvil me avisa de en qué establecimientos he estado y me pide una valoración de una a cinco estrellas, que haga un comentario y que suba fotos. Lo suelo hacer y me gusta. Por eso he llegado al nivel 5 y quiero pasar al 6. Porque no hay nada mejor para nuestro ego que creernos que nuestras opiniones son importantes. Influencer nos llaman ahora.

Una pregunta para terminar: ¿Quién soy yo para que ustedes crean que lo que yo digo es verdad? Ya de como proteger nuestra reputación digital, hablaremos otro día.

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