La chirigota del 'Cascana', en un momento de su actuación en preliminares.
La chirigota del 'Cascana', en un momento de su actuación en preliminares.

Todos los años llega febrero; todos los febreros llegan columnas sobre los límites del humor y asociaciones de ofendiditos. Este año los ofendidos han ignorado el acuerdo tácito de espacio de libertad libérrima de los cinco días de Carnaval. Este año la sátira ha alcanzado su objetivo: ha alcanzado a su satirizado.

Se dice que el Carnaval es una fiesta, y en Cadi se dice que es la fiesta mayor. Se dice que el Carnaval es la fiesta de la risa. Sin embargo, y aunque haya mucha risa, un resultado de las misas de asnos, misas de obispillo y otras celebraciones que el bajo clero, gracias a su cultura, desarrolló dentro de las iglesias, de las que luego fueron expulsadas, el Carnaval mantiene su carácter de ritual.

El Carnaval tiene su origen remoto como un ritual contra la oscuridad y ha evolucionado por la misma senda. Lo que en el ser humano arcaico era su oscuridad se fue convirtiendo en la oscuridad del Poder. El ser arcaico danzaba danzas rituales para simbolizar una lucha contra los malos espíritus que habitaban en las sombras, el ser medieval y había alcanzado con claridad la metáfora de que la oscuridad es el Poder y los malos espíritus que habitan en ella son los detentadores de ese Poder o sus valedores. De la danza ritual con máscaras, que expulsaba a los malos espíritus, simbólicamente, del espacio de la comunidad hemos pasado a la danza ritual de las palabras, la sátira, la fusta que simbólicamente quiere expulsar a los detentadores y a los valedores de un Poder usado con oscuridad o con abuso, o de forma que se reputa ridícula. El Carnaval, en su evolución como ritual, se convirtió en burla contra toda institución demasiado severa de la libertad de las personas, cuyo Poder caía incluso con violencia sobre las personas. La iglesia se convirtió, muy pronto, en uno de sus objetivos.

Una chirigota, Aquí estamos de paso, sale al escenario del teatro representando un encuentro típicamente procesional entre un cristo y una virgen dolorosa. Por qué la chirigota del Cascana, durante este Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas del Gran Teatro Falla eligió su tipo no puedo sino intuirlo. Llama la atención que el propio director de la chirigota pertenezca a una cofradía de Cádiz, más concretamente a la cuadrilla de cargadores de la Hermandad de la Borriquilla, de la que fue fulminantemente expulsado por su chirigota.

El Carnaval es exceso, exageración en la conducta y afilado en la sátira. Una exageración necesaria para poder abrirse paso entre la barahúnda de cosas que ocupan la actualidad, y porque sigue manteniendo ese poquito de válvula de escape, más por tradición que por necesidad, que el catolicismo le cinceló. La teatralidad del Carnaval también produce catarsis. La ridiculización, a través de la sátira, intenta cambiar las cosas. La realidad social que se vive en el espacio público en Cádiz respecto a la semana santa es explicativa, quizá, de por qué ahora también aparece en el Carnaval la iglesia y la semana santa. David Medina Tamayo ha venido documentando desde el 11 de marzo de 2019 hasta el 5 de febrero de 2020 el asombroso número de 119 procesiones, a parte las de semana santa, durante más de 70 días al año.

No es nuevo en Cádiz

Los tontos de capirote sigue viajando por el recuerdo de todo aficionado al Carnaval. Aquella chirigota, 1986, tuvo que salir escoltada por la policía en una de sus furgonetas. Hubo amenazas. Fue un drama que envolvió a la ciudad durante semanas, si no meses. Una chirigota que se atrevió, con enorme calidad creativa satírica, a poner en solfa el poder de la iglesia. Ahí pararon las consecuencias materiales directas, hasta donde yo conozco. Pero la catarsis no ha parado todavía. Aunque Cádiz viva su realidad ambivalente con gran ambivalencia. El número de capillitas, miembros de cofradías, en las agrupaciones de Carnaval es infinito.  Y para muchas agrupaciones de Carnaval el tema de la iglesia es tabú, a pesar de todo.

Mucho más ácida fue la chirigota callejera Te la tengo sentenciá, una representación callejera de uno de los grupos de Carnaval callejero más luminosos de las calles de Cádiz.

Catohólicos anónimos sería otro ejemplo genial. Aunque con Las mantillas exaltadas se cerraría el círculo que nos devuelve a la chirigota del Cascana sobre las tablas del Falla.

En la polémica ha intervenido incluso Protección Civil, aduciendo que se no se respetaban las medidas de seguridad, lo que le ha valido que tenga ahora que responder si la carrera oficial de semana santa cumple los mismos estándares de seguridad que exige a la chirigota crítica con la semana santa.

Esta año, sin embargo, a diferencia de los anteriores, y dejo la dictadura y sus Fiestas Típicas Gaditanas fuera, la sátira ha tenido consecuencias materiales directas. Juanlu Cascana ha sido expulsado de la hermandad a la que el mismo pertenecía, lo que plantea muchas preguntas, por ejemplo la  razón de la pertenencia a las cofradías y hermandades. Aunque la consecuencia más importante, en mi opinión, es que la hermandad ha actuado espoleada por la fusta de la sátira. Eso es lo que la sátira quiere y pocas veces consigue.

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