Cuando escribí Mauthausen

No sirve enmarcar el genocidio en Gaza en la locura de deshumanización y crueldad que atraviesa nuestra Humanidad en el presente

06 de octubre de 2025 a las 11:57h
Figura humana destruida.
Figura humana destruida.

Cuando escribí Mauthausen, aquí, no podía imaginar que un día tendríamos que estar hablando de un genocidio por parte del Estado de Israel. Un genocidio ya definido como tal por la ONU y con órdenes de captura por parte del Tribunal Penal Internacional. Tampoco era fácil imaginar que tuviéramos que recordar a Hannah Arendt para volver a hablar de “la banalidad del mal”, atribuible no solo a Netanyahu sino a Trump, y varios otros. Esta columna, por si alguien se siente desubicado, no trata sino de un Estado que secuestró o detuvo ilegalmente a 49 compatriotas, elijan, en aguas internacionales, y a varios centenares de personas en una misión humanitaria. Cuesta creer el grado de deshumanización y crueldad por parte de unas autoridades representadoras de una sociedad con la que, por su pasado no olvidado, recibieron eterna solidaridad por sus sufrimientos antihumanos vividos en la Alemania nazi.

No sirve enmarcar el genocidio en Gaza en la locura de deshumanización y crueldad que atraviesa nuestra Humanidad en el presente, por parte de determinados gobiernos que han logrado escribir los titulares de todos los medios de prensa de todo el mundo occidental, al menos. La diferencia entre una organización terrorista y un Estado estriba, fundamentalmente, es que su violencia debe ser legal y legítima. El Estado de Israel no cumple con ninguna de las dos premisas, algo enormemente triste para quienes pensamos que nunca debe deshumanizarse al otro, sea quien sea.

El territorio en el que se asienta Israel lleva el nombre de Palestina. Este simple hecho debería hacer pensar que lo que viene ocurriendo desde la salida de las tropas británicas del territorio del mismo nombre es un disparate colosal y que la solución de los dos estados es la única posible: sigue siendo, desde hace décadas, la única posible. Dos estados que respeten el Derecho Internacional, por supuesto.

Tengo la sensación que hay muchas personas todavía que observan el Derecho Internacional como algo que está por ahí y no sirve para nada. Sin él no existirían los acuerdos comerciales, ni el comercio internacional ni el transporte internacional de personas o de mercancías. Sin Derecho Internacional no existiría la Humanidad como la conocemos. Pero no solo en lo relativo al dinero, sino en lo relativo a todos los crímenes que puedan cometerse por personas o por organizaciones: estatales o no.

A los agoreros que piensan que las ultraderechas avanzan sin demora para imponer su ideología de la crueldad y el crimen, que de la mano del neoliberalismo tratan de imponer una eugenesia modernizada, advertirles de que, aunque tarde, las sociedades en varios lugares del Planeta le vieron los palos al sombrajo de la ultraderecha y van en retroceso, aunque los titulares periodísticos pudieran ofrecernos una emoción distinta. Cuando todos nos demos cuenta empujaremos más y mejor para restituir la democracia y el derecho democrático a su lugar en la sociedad.

Lo que estamos viendo en Gaza es un posible adelanto de lo que ocurrirá con todos nosotros si no respondemos contra el genocidio.

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