Coronavirus.
Coronavirus.

A la hora y el día en que escribo este artículo (10/03/20; 14:30 horas), la tasa de mortalidad del coronavirus es del 2,5%. Este dato es el peor que podemos dar pues es más que previsible que la cifra de contagios sea muy superior debido a que muchas personas infectadas no tienen síntomas o los síntomas son tan leves que no demandan tratamiento sanitario. No sería descabellado pensar que la cifra real de contagiados sea el doble o triple según modelos epidemiológicos del compartimento de otros coronavirus y de lo que sabemos de éste por su evolución en los últimos meses. Este dato implica que ahora mismo el gran peligro no es la mortalidad sino la saturación de los sistemas sanitarios lo cual podría, a su vez, aumentar la mortalidad.

¿Están justificadas las medidas que se están tomando?

Era más que chocante el contraste brutal entre el mensaje tranquilizador de las autoridades sanitarias (especialmente en Italia) y las decisiones prácticas que se tomaban (aislamiento de pueblos y regiones enteras) por parte también de esas mismas autoridades. ¿Ocultaban datos y el asunto era más grave de lo que se reconocía públicamente? ¿O exageraban las medidas? Pues ni lo uno, ni lo otro: sencillamente no sabían y ante la incertidumbre optaban por la aplicación de un principio de prudencia en la práctica (criterio maximin) y de tranquilidad en el discurso. Sabían que el miedo es tan contagioso como el más mórbido de los virus.

Conocemos que los virus son agentes evolutivos que están en proceso de mutación y expansión. Está en su naturaleza el infestar, replicarse, y mutar. Desarrollan nuevos genomas (mutación) como estrategia adaptativa a los retos que plantea el ambiente (entre los cuales hay que incluir la acción, intencional o no, de la especie humana).  En esto momentos de preocupación soñamos con un mundo sin virus pero paradójicamente, eso sería como soñar con un mundo sin vida. Cualquier gestión de los virus por pare de nuestra especie tiene que ser una gestión en cooperación con los virus mismos.

Esta cooperación entre virus y humanos comporta tres tipos de acciones:

  • Conservar el ambiente que nos ha hecho resistentes a los virus más patógenos para nuestra especie. Por ejemplo evitar el cambio climático que está suponiendo un continuo de eventos selectivos que están produciendo una selección de aquellos virus que son más resistentes hacia el sistema inmunológico humano.
  • Inducir estrategias lentas de resistencia a los virus por medio del fortalecimiento de nuestro sistema inmunitario mediante vacunas y entrenamiento inmunitario (que es lo contrario a la inocencia inmunitaria que nos provoca un ambiente excesiva y artificialmente aséptico).
  • Reducir la ultravelocidad del desplazamiento de animales (incluido humanos) y cosas de unos ambientes a otros porque esto propicia la propagación de virus que se tornan patógenos al desplazarse a ambientes inmunológicos nuevos sin que tengamostiempo para reaccionar  y adaptarnos.

Las explicaciones conspiranoicas son innecesarias, falsas y tóxicas socialmente. No hay que recurrir a fantasmales laboratorios para explicar lo que está ocurriendo. Es la vida misma, la vida natural y la vida social donde hemos de buscar las causas y las soluciones. Visto lo visto, ahora tendremos que utilizar la técnica del bisturí y decretar aislamientos y cuarentenas masivas, pero esto son solo medidas de urgencia y producto de la negligencia estructural de nuestro modo de vida y producción. Si queremos una estrategia sostenible tenemos que planificar una prolongada, eterna estrategia de cooperación con los virus.

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