¿Es posible conciliar?
¿Es posible conciliar?

Sí. Creo que nos están tomando el pelo. ¿Igualdad? Más bien lo llamaría estoy muerta ‘matá’. Y es que el día a día de las mujeres que trabajamos fuera de casa es un desafío que ni el del ‘iron man’. No somos conscientes, porque precisamente la maquinaria está tan revolucionada que ni nos paramos a pensar en la locura a la que sobrevivimos cada día, que no sólo tenemos que darlo todo en nuestro desempeño profesional, con el ánimo auto impuesto (esto podría tener un debate) de tener que demostrar que somos ultra eficaces, sino que cuando acaba la jornada laboral, nos espera como agua de mayo el hogar, dulce hogar.

Y es en este ámbito donde, además, debemos desempeñar varios roles (en la mayoría de los casos), multiplicándonos con una capacidad casi extraterrestre, nos convertimos a la vez en madre, esposa, educadora, revisora, proveedora de alimentos, ropa, materiales varios y servicios, profesora extra escolar, limpiadora, cocinera, lavandera, planchadora, costurera ocasional, cuidadora de mascotas, planificadora de eventos, mediadora, contable, asistente de aseo personal, dietista, enfermera ocasional, taxista, psicóloga… Y a todo eso, para colmo, hay que sumar el estar guapas y estupendas.

Agotador no, lo siguiente. Y la cosa se complica cuando por fin te vas a la cama con la ilusión de descansar y dormir profundamente y, ¡oh no! Es imposible desconectar el interruptor de ON que siempre tenemos a la máxima potencia. Y aparece el insomnio junto al silencio desolador. Tic tac, tic tac… ¡Que mañana hay más!

¿Era esto con lo que soñábamos cuando éramos niñas o adolescentes? Queríamos estudiar, ser grandes profesionales, tener independencia económica, no queríamos ser sólo amas de casa. Lo que nadie nos contó es que la conciliación de la vida familiar y laboral es aún casi una utopía en España. Y ahí está la curva ‘chuchurría’ de la natalidad en este país. Lógico. Hay que ser muy valiente (y/o tener mucho dinero) para llevarlo todo para adelante, así como saber elegir de antemano a la persona con la que crear y compartir una familia.

Es desesperante que en pleno siglo XXI, en una sociedad occidental en la que se presume de europeísmo, estemos a años luz de las políticas de conciliación de nuestros vecinos del norte. En Suecia, por ejemplo, la mayoría de las empresas ofrecen a sus empleados horarios flexibles, aunque exige que estén en la oficina entre las nueve o diez de la mañana hasta las tres o cuatro de la tarde. La ley sueca recoge, además, como derecho pedir el día libre para cuidar a un niño enfermo, manteniendo un salario del 80% por el día perdido.

Precisamente quería destacar este asunto: la angustia que pasamos las madres y padres cuando un hijo se enferma, lo que es más que habitual sobre todo en los primeros años de la infancia, y más aún en los niños que echan horas y horas en la guarderías, donde hay tanta concentración de virus y de mocos que hasta podrían hacer un festival.

Lo más recurrido en estos casos: los abuelos, grandes sostenes de un sistema cojo que nos engaña a todos. Pero, ¿qué ocurre si no pueden los abuelos o no están o no los hay? Pues sálvese quien pueda, haciendo malabares y pidiendo favores, con la espada de Damocles y el sentimiento doble de culpabilidad, como madre y como trabajadora, siempre encima. Esto no debería ser así.

Y seguimos luchando contra viento y marea y no nos damos cuenta de la injusticia que padecemos por la falta de medidas de conciliación. En este sentido, me parece muy acertado lo que hacen los suecos, que los padres tengan el derecho de pedir el día libre para cuidar a su hijo o que la baja paterna/materna se alargue más de un año, evitando así tener que dejar a un niño de cuatro meses en la guardería, con todo lo que ello implica para el bebé y para los padres. ¿No deberíamos estar reivindicando una y otra vez medidas como las que funcionan en otros países donde sí nacen niños?

A ver si los que nos gobiernan o gobernarán (ésa es otra) dejan de lado las estupideces y hacen política por y para los ciudadanos, los que cada día nos dejamos la piel para salir adelante, las que cada día luchamos por ser y estar, en casa y en el trabajo, donde, no olvidemos, también nos quedan muchos pasitos que dar. Porque los ‘peajes’ de la maternidad son costosos en el ámbito laboral: la brecha salarial supone que las mujeres trabajamos casi dos meses gratis, y la brecha de empleo se dispara  20 puntos cuando hay hijos, sin olvidar que el 91,4% de los directores generales son hombres.

En definitiva, estamos lejos de la igualdad real y no nos valen para nada los discursitos políticamente correctos y bonitos ni los titulares de prensa. Hacen falta medidas urgentes de conciliacionismo, que ya sé que no existe esta palabra, pero es para no perder la costumbre de esta cita con lavozdelsur.es

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