Trabajadores del metal, durante la huelga en Cádiz..
Trabajadores del metal, durante la huelga en Cádiz.. GERMÁN MESA

Séptimo día de huelga de los trabajadores del metal en la provincia de Cádiz. Y en esta semana, la lucha de este colectivo suscita apoyos desde todas las latitudes. Mineros, metalúrgicos, sanitarios, sanitarias y hasta autónomos y autónomas, esos que saben que ese vecino de astillero es el que luego compra en su almacén. Y no sólo de este país, sino del mundo, Argentina, Urugay, Francia….y desde los centros de trabajo, desde los campos de fútbol pero también desde el mundo de la música y de las artes en general.

Porque desde que nuestra economía estuviera en la Champions League, como diría Rodríguez Zapatero, en aquel fatídico 2008 que dio comienzo a la crisis que durante diez años acabó con gran parte de los derechos laborales por la reforma laboral y calló las protestas a base de multas indecentes con esa ley mordaza, no se habían visto luchas tan ‘ochenteras’ como las que desgraciadamente está viviendo otra vez la provincia de Cádiz. En la comarca de la Bahía de Cádiz pero también en el Campo de Gibraltar.

Trece años en los que la clase trabajadora tiene muy pocas victorias que celebrar y que casi contamos con los dedos de la mano. Me vienen a la cabeza las espartanas de Coca Cola o más recientemente los trabajadores de Tubacex, que han aguantado 236 días de huelga, una quimera hoy. Por eso, la huelga del metal de los trabajadores de Cádiz, las imágenes de lucha con los agentes antidisturbios recuerdan a otras décadas en los que la clase trabajadora no había sido atomizada, en las que la sociedad estaba codo con codo con los trabajadores y trabajadoras y si había que tirar lavadoras por la ventana, pues se tiraban. Comentaban asombrados esta mañana en las tertulias estatales compañeros de profesión, que el pueblo está con ellos como si se tratara de una rara avis, como si el metal no formara parte del ADN de miles de familias gaditanas, generación tras generación.

Y después del día de hoy, me pregunto cómo no van a encontrar los trabajadores el apoyo del pueblo con el despliegue policial que hemos tenido que ver por las calles de San Fernando, Cádiz o Puerto Real. Lo de Puerto Real, en la barriada del Río San Pedro, con un blindado medio de ruedas (BMR), nos lleva a la memoria de las luchas contra las reconversiones de los años 80 cuando en esta tierra había más de 5.000 trabajadores en los astilleros.

En la falsa apariencia de vivir en un Estado del Bienestar, fruto del pacto social, la quema de contenedores, el corte de carreteras, las piedras, los destrozos suscitan una indignación ciudadana, por cuanto rompe esa imagen idílica de que todo está bien. Pero no, no lo está. Acaban de cerrar Airbus Puerto Real después de meses y meses de lucha, que sólo salió en las noticias unos días y tras cortar la carretera nacional. La lucha del metal de Cádiz no es sólo por un convenio digno, es una lucha antigua, que hunde sus raíces en décadas de agravios, de recortes, de salidas masivas de trabajadores, de prejubilaciones para callar bocas a la par que se iba a destruyendo el tejido industrial.

¿Qué está ardiendo Cádiz? A ver qué van a querer. Desmantelada, reconvertida únicamente en el chiringuito de los turistas del norte y con una clase trabajadora que aún sigue esperando de este Gobierno la derogación de una reforma laboral que dejó a los trabajadores y trabajadoras a los pies de los caballos en la negociación colectiva y de la Ley Mordaza, que ha desactivado durante más de una década las protestas callejeras, salvo en el ámbito independentista, por miedo a sanciones indiscriminadas a gente que precisamente salía a la calle contra los recortes, que el polvorín, haya explotado es lo más normal. Y la mecha, donde puede, prende.

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