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Asunico no condena, no se le ve cuando hay que defender la integridad de una persona. Y, ya que estamos, ¿dónde está Antonio de María, ese que amenaza con otro cataclismo aún mayor cada vez que se de dan pasos para hacer cumplir la normativa?

En noviembre del pasado año escribí un artículo sobre el comienzo de la tramitación del expediente administrativo para dar respuesta a la petición de los hosteleros y vecinos de la calle San Pablo de declarar Zona Acústicamente Saturada esa zona del centro, declaración que se hizo efectiva el pasado 30 de junio, ocho o nueve meses después del comienzo y metiendo en el mismo saco a la plaza del Clavo y plaza Vargas (que a estas alturas no sé quién lo solicitó todavía), que no es moco de pavo. Reconozco que no pensaba escribir otra vez sobre ello. A pesar de las provocaciones, de las informaciones intencionadamente sesgadas, de la técnica de acoso y derribo, de los intentos de intentar responsabilizar a los residentes de algo que no habían solicitado, de los insultos que se han vertido de forma salvaje e inmisericorde a través de las redes sociales, me resistía a sacar otra vez el tema simplemente porque de verdad considero que la mayor satisfacción es la que no se da. Y, también a pesar de todo, esta no es una respuesta dirigida a los aprendices de malos blogueros que pululan por facebook y que hemos visto exhibir su ruda, por llamarla de alguna forma, técnica de escritura a lo largo de estas últimas fechas, los mismos que curiosamente llevan toda una semana sin asomar la cabeza. 

Las pintadas en la casa de unos vecinos de la calle Caballeros y las que han copado toda la calle San Miguel han supuesto el cruce de una línea roja que sinceramente pensaba que no se iba a sobrepasar nunca. Qué valientes (o valiente, a secas) hay que ser para escribir insultos en una fachada con nocturnidad, alevosía y toda la maldad del mundo. Parece como si no bastase con la presión que esa familia ha padecido durante el último mes, ese estar en boca de personas que no conoces y que ahora, también de forma valentísima, resulta que te insultan y hablan de ti como si fueses el mismísimo demonio. No era suficiente ni eso ni otras cosas que han sucedido y que no se han publicado. Y todo por defender unos derechos que son fundamentales y legítimos, por mucho que no se esté de acuerdo. Seguramente habrán sido los mismos cobardes que llevan todo un mes lanzando el bulo de que el centro al completo cierra a las doce. Por cierto, valientes, ¿habéis pensado el daño que con ese bulo estáis ocasionando al resto de la hostelería del centro, esa que de forma muy, muy, muy mayoritaria es respetuosa con el entorno y que desde luego cuenta con el apoyo de los residentes mal que os pese? ¿Habéis hablado con ellos y os habéis preocupado o también la comunicación se va a realizar a través de pintadas? Porque hay que ser cobarde, ruin y rastrero para lanzar informaciones falsas y más cobarde aún para insultar con un spray en la mano, llegando incluso a dañar un monumento nacional. 

Asunico presiona, Asunico presenta como el apocalipsis la adopción de una medida que fueron ellos, recordad, ellos quienes la solicitaron. Asunico desvincula a los hosteleros del tema de las pintadas (y no seré yo quien diga lo contrario), pero no reconoce que han sido fruto de la tensión que se ha ido acrecentando durante todo el mes. Asunico sale en prensa, Asunico propone la creación de la mesa del ruido, que es una muy buena iniciativa. Pero Asunico no condena, no se le ve cuando hay que defender la integridad de una persona que, en la tramoya de este conflicto y a pesar de todo, es humana. Esto es absolutamente escandaloso y hace imposible el diálogo que proponen. ¿Dónde están? ¿Por qué no condenan? ¿Debemos creer entonces que justifican actos de ese calado? Y, ya que estamos, ¿dónde está Antonio de María, ese que amenaza con otro cataclismo aún mayor cada vez que se de dan pasos para hacer cumplir la normativa? ¿Dónde está? ¿Ahora no sale para condenar el tema de las pintadas? ¿También las justifica entonces? Y que no vengan dos semanas después a hacerlo, porque ya es tarde para ello. Así se definen ellos solos. 

En el otro extremo tenemos a un delegado de Urbanismo que no se conoce el Plan General de Ordenación Urbana de su propia ciudad y se atreve a proclamar la soberana barbaridad de que el centro no es una zona residencial. Y después lo tenemos que oír diciendo que su prioridad es la repoblación del centro histórico… Pero eso no es lo peor, sino que encima escurre el bulto y declara que los vecinos y los hosteleros tienen que ponerse de acuerdo. A pesar de todo y aunque sea tarde y mal, ha condenado las pintadas y se ha interesado por el estado de esa vecina tan maltratada, lo cual es un paso que, por ejemplo, la alcaldesa aún no ha dado (se ve que no es Begoña, aunque jerezana, igual de importante para ella que Ángel, qué se le va a hacer). 

Por suerte hay hosteleros, muy pocos, que han condenado tal cobardía a través de las redes sociales. Hay partidos políticos, todos, aunque no con la celeridad que debieran, que también lo han hecho. Y sobre todo hay una sociedad que comienza, sólo comienza, a comprender que esta no es una guerra entre hosteleros y vecinos, sino una situación producida por una petición realizada de manera torticera y mal asesorada, primero, y por la cobardía política de los que deben tomar decisiones y resolver problemas en vez de lavarse las manos y buscar la confrontación entre dos partes, después. Mirándolo con ese prisma y aunque cogida con alfileres, se pueden dar las circunstancias para llegar a un entendimiento, aunque en ningún caso esa entente se produciría obviando el cumplimiento de las leyes y normativas. Pero eso sí, mientras los cobardes sigan haciendo de las suyas y no se condenen unánimemente los hechos que se produzcan por las partes representativas en esta historia a nivel corporativo, dicho diálogo será imposible.

Ah, se me olvidaba: no nos vamos a ir nunca, oídlo bien, nunca a vivir al campo, a una barriada o a donde vosotros os dé la gana de mandarnos a vivir tan alegremente, pero podéis seguir diciéndolo las veces que queráis. Esos argumentos de tanto peso no deben ser nunca desechados a la ligera. 

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