Una de las pintadas de LGTBIfobia en una de las calles de Jerez.
Una de las pintadas de LGTBIfobia en una de las calles de Jerez.

La homofobia de hoy se ha adaptado a las redes sociales. Ya no te pueden decir tan fácilmente maricón por la calle porque te pueden grabar en vídeo o denunciarte. Insultar no está hoy tan tolerado y el homófobo ha cambiado de estrategia.

Veía los comentarios sobre el estudio provincial hecho por Jerelesgay y estos desprendían esa homofobia. Por un lado, los pocos comentarios. El silencio. El silencio también es homofobia. El callarse. El no denunciar. El mirar para otro lado cuando a una persona se la discrimina por ser gay, lesbiana, transexual o bisexual.

Otro de los recursos del homófobo o la homófoba, que también las hay y muchas, es no comentar nada  de lo que dice el estudio y soltar el mantra de que no está de acuerdo con el ‘lobby’ gay. Realmente, cuando se refiere al ‘lobby gay’ lo que está queriendo decir es que ‘no soporto que gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, visibles, sin complejos, accedan a puestos de poder o reconocido prestigio como jueces, médicos, políticos, etc.’

Otro recurso muy de moda es decir ‘que no estoy de acuerdo con la ideología de género’, que es lo mismo que querer decir ‘no soporto que mujeres y hombres tengan los mismos derechos, que existan políticas que igualen a las personas y sobre todo, que pongan a lesbianas, gays, transexuales y bisexuales al mismo rasero que los que somos normales’.

Con esto consiguen, además del acto homofóbico, que la gente no lea el contenido del artículo periodístico y se enfrasquen en lo que quieren los homófobos: el follón y desprestigiar al colectivo LGTBI.

El artículo en cuestión sobre la encuesta no tiene desperdicio y podríamos estar hablando mucho rato.

Mientras leía, yo que tengo 53 años, pienso en toda la gente de mi edad, que no ha sabido aprovechar la conquista de derechos LGTBI que se ha producido en estos últimos años por parte de activistas más valientes que yo que merecen todo mi reconocimiento.

Yo tuve fuerzas para salir del armario con 17 años en el servicio militar. Pero no crean que salir del armario es una cuestión de que sales y ya está. Tienes que estar continuamente saliendo del armario. Nadie da una rueda de prensa para salir, a no ser que seas un famoso. Tienes que salir en la escuela, en el trabajo, con tus amigos. Y vas seleccionando porque en algunos sitios, no puedes salir. Yo por ejemplo, no pude salir en mi familia. Bueno, salir oficialmente, porque aquí lo que pasa es que todo el mundo sabe que eres gay pero nadie dice nada.

Recuerdo a personas que conozco que han echado a perder su vida por esto. Como aquél, de mi edad también, soltero, que no tiene novia, que no la ha tenido nunca, dedicado a cuidar a su madre, porque claro, es el soltero. Que sólo tiene amigos. ‘El’ amigo. Con 53 años. Como si tuviera 14. Con media vida tirada a la basura y sin tener fuerzas ya, para seguir adelante, cargado de depresión y ansiedades. Y no por su culpa. No todo el mundo tiene valor para esto.

U otro. De mi edad también, que somos los que nos cogió el cambio (internet fue una liberación) tarde pero a tiempo. Otro como digo, cofrade, soltero también, con ‘su amigo‘, y triste muy triste, porque sabe que nunca será hermano mayor. Me lo cuenta: ‘En estas cosas hay muchas envidias y me pueden hacer mucho daño’. Yo le animo a que se presente. Pero no, no quiere. Además, me dice que el no es gay como todos. Porque hasta dentro del colectivo gay, la homofobia existe. Es la interiorizada, la peor. Le parece ridículo casarse. Este es el nivel. Posiblemente no cambie nunca. Tiene miedo. Sufrir la homofobia te produce miedo. Y actuarás como si no fueras gay para protegerte. Aunque la pluma te delate. Esa ‘maldita’ pluma que la ve todo el mundo menos tú.

O muchos religiosos gays. Hace tiempo escribía en un blog en Religión Digital y pregonaba la compatibilidad de ser cristiano y gay a la vez. Menudos trolls me gané en esa época y ganaron la batalla porque me cansaron. Dejé de escribir. Pero muchos religiosos que me leyeron se ponían en contacto conmigo. Unos para darme las gracias, otros para ligar y otros para que me callara.

Podría escribir mucho y mucho. Pero me quedo con lo positivo. Este estudio revela que aún queda mucho por andar. La gente piensa que todo está conseguido porque las bodas homosexuales son una realidad. Y no es así. Todavía queda mucho. Sobre todo para salvar a mi generación, con su vida enterrada por la religión, los prejuicios, la vergüenza, el miedo y todas esas emociones que te minan y que denominamos homofobia. Yo tuve suerte. Hoy me siento libre, aunque me pesa el que nunca lo hubiera podido hablar con mi madre, que es la primera en saber lo que te ocurre, mucho antes que tú. Pero también sufren la homofobia de no saber como tratar a un hijo así. Mi madre lo hice bien, porque nunca dejó de quererme. Pero no lo hablamos y esa herida, me quedó por culpa de los homófobos.

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