Manifestantes durante la marcha contra la violencia de género en Jerez. FOTO: MANU GARCÍA.
Manifestantes durante la marcha contra la violencia de género en Jerez. FOTO: MANU GARCÍA.

Ahora que voy por la mitad de la novela Patria de Fernando Aramburu, recuerdo aquellos años negros de ETA. Nos llegamos a acostumbrar a la muerte con el tiro en la nuca. La muerte individual. La muerte solitaria. Muchos de ellos guardias civiles, militares o polícias. Nos acostumbramos tanto porque eso del riesgo a morir en estas profesiones se le supone. De vez en cuando nos sobresaltaba un atentado grande como el de la Casa Cuartel de Vic o el de Hipercor. Pero todo cambió con el asesinato de Miguel Ángel Blanco y la gente reaccionó. Eran ya los políticos los que estaban en el objetivo. En aquel tiempo, en el que nos concentrábamos convocados por el Movimiento Contra la Intolerancia en la plaza del Arenal de Jerez, 24 horas después del último atentado, la asistencia era poca. No pasaríamos de cien personas. Pero aumentaban o disminuían si el asesinado era un policía o un civil. Había muertes que parecían doler más que otras.

Cuento esto porque el domingo pasado escucho por la radio el asesinato de otra mujer por parte de su expareja. Asesinato machista, se pongan algunos como se pongan. Machista. Entré en twitter y no era trending topic. Habían matado a una mujer por ser mujer y no era el tema del que más se hablaba.

Nos hemos acostumbrado a oír que matan a las mujeres. Llevamos siete asesinadas en lo que va de año cuando escribo esto. Espero no tener que corregir la cifra (que la tuve que corregir). Estamos inmunizados. Me pregunto qué tendrá que suceder para que la gente reaccione como reaccionó España al asesinato de Miguel Ángel. El asesinato machista es muy particular. Mata a su mujer, y en algunos casos contados, a sus hijos. Así nos escandalizamos con casos como el del asesino de Córdoba que mató a sus hijos. Pero luego volvemos al asesinato unitario.

La única manera de vencer al terrorismo machista es que España salga a la calle entera. Y cuando digo entera digo también todos los partidos del parlamento. Pero por desgracia, hoy tenemos diputados y diputadas (qué vergüenza de ellas que son mujeres!) que ni siquiera asisten a un minuto de silencio por las víctimas. ¡Hasta dónde puede llegar la falta de respeto, empatía, caridad cristiana (porque presumen de su catolicismo)  y humanidad!

¡Somos una sociedad tan rara! Si se matan 30 personas en un autobús llenamos todas las televisiones de lazos negros. Hasta el rey o la reina va a visitar a las familias de las víctimas. Pero si los asesinatos son uno a uno, lo escuchamos como una gota de lluvia. Y fíjense, somos capaces de recordar en cuestiones de terrorismo, nombres de víctimas como el de Ernest Lluch, Miguel Ángel Blanco, Alberto Jiménez Becerril y su mujer… pero ¿recuerda usted nombres de víctimas guardias civiles, policías o militares? Ni me atrevo a preguntar si recuerda algún nombre de mujer asesinada por su pareja o expareja. Yo sólo recuerdo, y me avergüenzo, el de Ana Orantes por ser la primera mujer que denunció la violencia machista en televisión y posteriormente fue asesinada por su marido. Ya no recuerdo así, sin consultar en Google, ningún nombre más. Ojalá que sólo pueda recordar otro nombre, el de la séptima víctima de este año, por ser el último.

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