Una mujer, en una sesión de reiki.
Una mujer, en una sesión de reiki.

Soy maestro de reiki, lo practico desde hace unos diez años. Llegué a ello después de la enfermedad de mi hermana. Aprendí la técnica sin gastarme un duro porque me lo enseñaron gratis en una asociación de reiki altruista de Puerto Real.

El reiki es una práctica oriental que bebe de las mismas fuentes que el Chi Kung o el Tai Chi. Consiste en una técnica que a través de la imposición de manos (las de otro reikista o las tuyas propias en autoreiki) que proporciona bienestar, te aplaca los nervios, te da tranquilidad y te ayuda en momentos difíciles de tu vida ya sean por angustia, ansiedad por cualquier problema o por alguna enfermedad.

Pero el reiki no cura. Alivia a llevar las enfermedades para adelante. Es lógico pensar que se puede luchar mejor contra una enfermedad con un estado de ánimo bueno que con un estado de ánimo malo. Reiki consigue eso, elevarte el estado de ánimo, pero ya está. Si la enfermedad viene derecha a ti, no hay quien la pare, salvo la ciencia médica y a veces, por desgracia, ni la medicina puede con determinadas enfermedades.

En este tiempo de crisis sanitaria por coronavirus no paran de llegarme mensajes diarios de personas que quieren aprender reiki. Normalmente, me lo pedían dos o tres veces a la semana. Ahora son cuatro o cinco personas diarias las que me escriben, desde cualquier punto del mundo para aprenderlo. Lógico, el coronavirus asusta. Pero lo que vengo a denunciar en esta columna de hoy es el porqué llegan a mí. Porque lo doy gratis. Como así lo hicieron conmigo, así lo hago yo. Tengo mi trabajo para vivir. No necesito más dinero. Pero hay maestros que no piensan así. Cobran cantidades escandalosas por enseñar reiki. Hasta 500 euros, libres de impuestos porque ni dan factura ni nada, me llegan a contar gente que me escribe. En tiempos de miseria, los sinvergüenzas hacen su agosto. Aseguran curar con el reiki cuando es mentira y ahora que la sanidad está en crisis, que no tenemos acceso tan fácil a una médico (imaginen en algunos países de América latina), se aprovechan de la necesidad y la desesperación de las personas.

Y esto del reiki, lo extiendo a todo tipo de prácticas que dicen curar. Hay inventos realmente ridículos. Una vez conocí a una señora que me dijo que me quería equilibrar mi DNA, previo pago, claro. Le pregunté que me deletreara qué significaba eso del DNA. No tenía ni idea. Era una cuentista. Como los que ahora te hablan de tratamientos cuánticos. Y todo porque la palabra cuántica está de moda. Por favor, si no tienen ni idea de qué es la física cuántica.

No se acerquen a estos charlatanes ni curanderos. Nadie les va a salvar del coronavirus ni de otra enfermedad, si no es la medicina tradicional de toda la vida: su médico, su especialista. Ponerse en manos de estos sacadineros sin alma es correr el riesgo de morirse, porque hay algunos que hasta cometen el delito de decirle a sus pacientes que dejen los tratamientos médicos, que les van a curar con gotas de azúcar o con rezos. En pleno siglo XXI. Huyan de ellos y denuncien los casos que conozcan.

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