celia-villalobos.jpg
celia-villalobos.jpg

Leo en Facebook una propuesta de alguien que se ofrece a darle una buena hostia a mano abierta a Celia Villalobos como respuesta a sus declaraciones sobre la edad de jubilación y el abuso de quienes llevan “más tiempo cobrando la pensión que trabajando”. El voluntario argumenta que sería en “defensa propia” y en nombre de los agredidos. Desde luego a las declaraciones violentas de la diputada de Málaga —la que cobra 4.380 euros de sueldo y 1.840 para gastos y juega al Candy Crush en el Congreso— no se puede responder con otro acto de violencia, aunque sea tan liviano como un guantazo en la jeta, porque, ya lo dijo Ghandi y yo lo suscribo, la violencia solo engendra violencia. Pero hay que reconocer que la reacción ante semejante insulto a millones de españoles y españolas es tan humana como inhumano el pensamiento de la ex alcaldesa de Málaga y diputada desde hace 29 años.

La derecha española se lo está pasando en grande y sus representantes tienen barra libre para lanzar todo tipo de exabruptos sin que un rayo “divino” —son creyentes— los fulmine. En realidad llevan de fiesta desde julio de 1936 sin interrupción. Hace pocos días, La Sexta Columna daba cuenta de que el entramado de grandes empresas españolas sigue en las mismas manos y apellidos en las que las puso Franco, y que todos los martes El Pardo era un trasiego permanente de presidentes de consejos de administración de esas empresas, en los que, normalmente, figuraba algún ministro del régimen. Todo ello explicaría los palacios, fincas y empresas que Carmencita ha dejado en herencia a su plebe.

El Partido Popular está gestionando muy bien esos intereses de la derecha española. Lo hace desde Moncloa, desde los gobiernos autónomos, desde diputaciones y ayuntamientos, y allí en cualquier institución pública donde toque bola. Y así, especulan con el agua, la Educación, la Sanidad, las infraestructuras de comunicación, la vivienda… O le dan cobertura legal a las eléctricas para que nos sangren con el recibo de la luz, hasta el punto de que una anciana muera a la luz de una vela. Luego pasan sus facturas para que las paguen otros. Lo estamos viendo estos días en el juicio de la trama valenciana del la Gürtel,  en el que hasta nueve empresarios han declarado que financiaron actos de campaña del PP por importe de dos millones de euros. En uno de ellos fue donde Rajoy —entonces en la oposición— dijo que quería ser como Camps y, en una plaza de toros a reventar junto a la difunta Rita Barberá, le prometió que siempre estaría “delante, detrás o a su lado”.

Gürtel, Lezo, Púnica, Palma Arena, Brugal… No son marcas de zapatos, ni de ron. Son algunos de los más de 60 casos de corrupción que afectan al Partido Popular y a sus dirigentes, que siguen y siguen en las tribunas públicas hartándose de reír y advirtiendo a los parados y trabajadores pobres —como Celia Villalobos vino a decir— que más trabajar y menos exigir pensiones que no se merecen. Y entre tanto, ni Pedro ni Pablo ni sus discípulos dan señales de vida... Y tampoco veo a los sindicatos salir a la calle a morderle la yugular —dicho en sentido metafórico— a quienes permiten que una chica cobre 2,5 euros por limpiar la habitación de un hotel, por citar solo el escandaloso caso de las kellys.

Algún día se estudiará en las universidades del mundo el fenómeno Rajoy y la incompresible permanencia del Partido Popular en el Gobierno. Han gestionado la crisis con mano de seda para los intereses de los suyos, consiguiendo que se hayan multiplicados los ricos y los pobres, que miles de millones de euros se vayan por las cloacas de la corrupción y que España sea el tercer país más desigual de la UE, solo por delante de Rumanía Y Bulgaría, Claro que mientras las pituitarias de millones de votantes sigan atrofiadas, y no puedan oler la peste a cañería que hay en este país, y mientras la izquierda siga desnortada, seguirá la fiesta… Siempre habrá alguien que pague el Moet & Chandon, los Montecristo, los canapés y la serpentina. Y tú, Celia, tranquila, que podrás ser diputada hasta los 82 años, gritándole a tu chófer: ¡Manolo, coño, que llegamos tarde…!

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído