El presidente Pedro Sánchez, durante una videoconferencia con dirigentes de la UE. FOTO: MONCLOA
El presidente Pedro Sánchez, durante una videoconferencia con dirigentes de la UE. FOTO: MONCLOA

La situación social y económica provocada por la pandemia de la Covid-19 es de una gravedad y excepcionalidad sin precedentes. Ningún país ha sido capaz de prever las dramáticas consecuencias que iba a provocar en la población. La declaración de estado de alarma ha provocado unas circunstancias nunca antes vividas. Las medidas establecidas han supuesto el confinamiento de la ciudadanía, el distanciamiento físico y la paralización casi total de los procesos productivos y de la economía en general. Todo ello ha provocado un extraordinario estrés social y económico muy difícil de gestionar.

El colapso de los centros sanitarios, la angustiosa falta de medios humanos y materiales necesarios para atender a los enfermos, las situaciones extremas de fallecimientos de miles de personas que mueren solas, sin poder ser acompañadas ni despedidas por sus familias y seres queridos, la paralización de las actividades económicas que provoca que miles de personas dejen de tener ingresos, etc., configuran una terrible situación que puede devastar a un país si no se actúa con decisión. La ayuda, el esfuerzo y el compromiso de toda la sociedad se hacen más que nunca necesarios para poder superar esta situación.

En ese contexto de seria preocupación, de dolor y de sufrimiento, la formación de ultraderecha Vox, el Partido Popular, principal partido en la oposición, y en menor medida Ciudadanos se han empleado a fondo en convertir su legítima labor de control y de crítica a las gestiones del gobierno en un lodazal de barro y de basura. Sus críticas se basan fundamentalmente en mentiras y en la propagación de bulos. Desarrollan campañas de intoxicación, cuando no directamente de incitación al odio y a la violencia verbal. Actuaciones totalmente inasumibles en una verdadera democracia, pero mucho menos, en medio de una terrible pandemia.

El cinismo, la hipocresía, el odio, la desvergüenza, actitudes más propias de extrema derecha, son inaceptables vengan de donde vengan, pero más inaceptables aún en el principal partido de la oposición que representa a tantas personas, que en su gran mayoría no comparten estas actitudes. La mentira no puede ser legitimada políticamente.

Desde el primer momento, la derecha no han visto sino oportunidad de hacer sangre ante la situación de emergencia sanitaria y social del país. El 8 de marzo, día de las manifestaciones feministas fue el primer ariete para arremeter sin sentido contra el gobierno, por haberlas consentido. Se obvia interesadamente que por primera vez en la historia de dichas manifestaciones una delegación del PP acudió a ellas, o que Vox convocó un congreso con multitud de asistentes cuando ya uno de sus máximos dirigentes estaba contagiado, o el elevado número de misas, eventos deportivos o culturales que se produjeron aquel día por ser festivo, o que la red de transportes públicos estaba funcionando con total normalidad.

Acusan, sin datos, al gobierno de mentir en el número de fallecidos y contagiados cuando son las Comunidades Autónomas las que facilitan dichos datos. Acusan al ejecutivo de aplicar una "eutanasia feroz" para asesinar a miles de españoles, refiriéndose al colectivo más vulnerable en esta pandemia, las personas de avanzada edad. Obviando que estas competencias están en manos de las Comunidades Autónomas, muchas de estas personas están falleciendo en residencias privadas en las que la atención y los cuidados dejan mucho que desear, siendo centros privatizados muchos de ellos en comunidades gobernadas por el Partido Popular y otros partidos de derechas.

También han utilizado para desestabilizar al Gobierno, la compra del material sanitario necesario, ocultando con mala intención el contexto de una urgente necesidad y escasez de dicho material en todo el mundo, dificultando muchísimo a todos los países su adquisición. Hemos visto recientemente que nadie está libre de sufrir estas prácticas comerciales y las dificultades que conlleva, como ha sido la retirada de mascarillas defectuosas en lotes adquiridos por las comunidades autónomas de Andalucía y Madrid, gobernadas por el PP y Ciudadanos.

Durante semanas, sin descansar, ambas fuerzas políticas han puesto toda su energía en criticar y desacreditar con mentiras y difamaciones gratuitas. Han diseñado y desarrollado una agresiva campaña en redes sociales con el único fin de propagar falsedades e intoxicar a la población mediante el miedo y el odio, consiguiendo por desgracia, que parte de la población crea y divulgue sus falsos argumentos.

El 5 de abril pasado, el Subdirector General de Logística e Innovación de la Policía Nacional, José García Molina alertaba en rueda de prensa de la creación de un millón y medio de cuentas en redes sociales relacionadas con la Covid-19, que están dirigidas exclusivamente a "manipular o crear contenido spam". El 16 de abril, la Fiscalía acordaba investigar la denuncia presentada por Unidas Podemos por la elaboración y difusión de bulos a través de las redes sociales sobre esta pandemia.

Ni siquiera, estos patriotas de escaparate, han tenido la decencia y la fidelidad a las personas de su país, de defender ante Europa (Comisión Europea y BCE), ¡Han votado en contra!, propuestas que hagan más fáciles y eficaces las medidas que hay que adoptar para remediar los efectos de las políticas que ellos venían aplicando antes, y del nuevo desastre socio-económico que está suponiendo la pandemia.

Tras esa falta de escrúpulos, tras esas insensateces, odios, insultos y bulos sin aportar absolutamente nada para solucionar los problemas de las personas, se ocultan sus verdaderas intenciones: desestabilizar, romper y derrocar al actual Gobierno. Conquistar ellos el poder político, el económico ya lo tienen, a costa de lo que sea. Este Gobierno es demasiado social para ellos.

Distraer la atención, llevándola a cuestiones simbólicas y sentimentales (dominar el relato se llama ahora), para así disimular sus intenciones, los aciertos de los demás, y las medidas que ellos han venido tomando desde las crisis del 2008, que ya sabemos las dramáticas consecuencias que han tenido y están teniendo en las personas.

Defender los intereses de esa minoría que detenta el poder económico (banca, fondos especulativos, eléctricas, empresas del Ibex 35, …), no vaya a ser que las necesarias medidas sociales que se están tomando y que han de tomarse (renta básica…) reduzcan sus fortunas y sus privilegios. A este respecto habría que recordar que España tiene una presión fiscal 8 puntos sobre el PIB inferior a la media europea. Y claro, la necesaria reforma fiscal (rentas altas, sicav, impuestos sobre el patrimonio, esa ingeniería fiscal que hace que las grandes empresas del Ibex35 y fortunas tributen sólo a un 6%, ...) para financiar esas medidas, pondría en peligro parte de sus fortunas.

A eso es a lo que tienen miedo, por eso no quieren un Gobierno social, al servicio de la mayoría, por eso ladran, por eso odian. No son ineptos, ni brutos, son malos. Ante la vorágine de las redes, ante tanto bulo, ante tanta fake news y sentimentalismos mal intencionados, debemos seguir un hilo conductor: No somos, ni queremos ser igual que ellos, tenemos escrúpulos, y además no queremos, ni podemos, ni debemos hacerles el juego. Ofrecemos propuestas, alternativas y racionalidad para resolver las necesidades y problemas de las personas. Preferimos que las personas tengan elementos de juicio, piensen, razonen y después actúen.

Preguntémonos ante lo que nos presentan las redes y los medios de comunicación, quien aporta y quien destruye. Preguntémonos quién y que propuestas intentan solucionar las necesidades de la mayoría de las personas antes, durante y después de la crisis. A qué intereses, a quién beneficia lo que se dice o propone, ¿A la mayoría de las personas que sufren las consecuencias del estado de las cosas, o a la minoría, que viene beneficiándose de esta situación y quiere seguir haciéndolo?

Además de los aplausos, el mejor homenaje que podemos hacer al sector sanitario, y a todas las personas que integran los servicios públicos, es precisamente, cuidarlos y potenciarlos, construyendo alternativas, y/o apoyando propuestas políticas que defiendan y construyan lo público, lo social, lo solidario, lo igualitario, .... y no solo ahora mientras dure la pandemia, sino como quehacer continuo para cambiar este sistema económico, mejorar esta sociedad y poder ofrecerle un mundo mejor a las generaciones venideras.

Artículo de Fernando Ojedo y José Valero, miembros de Ganemos Jerez

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