Trabajadores durante una vendimia nocturna en Jerez. FOTO: JUAN CARLOS TORO.
Trabajadores durante una vendimia nocturna en Jerez. FOTO: JUAN CARLOS TORO.

Mi padre, desde que tuve uso de razón, siempre fue jornalero. Allá donde se le llamaba, allá donde había trabajo, él acudía a cosechar los frutos de la tierra, recibiendo a cambio salarios de miseria. Mi madre fue quien se hizo cargo de los cuidados, tanto de sus cinco hijos como de los tres de su hermana, que trabajaba en la base militar de Morón. Jamás cotizó una sola peseta, pese a que durante años se dejó la piel y la salud limpiando casas. Ambos, mi padre y mi madre, junto a mí y junto a mis dos hermanas mayores, trabajábamos en la recogida del algodón cada año. La mía no era una historia muy diferente a la de la mayoría de las familias de El Coronil, un pueblo trabajador, un pueblo jornalero de la provincia de Sevilla. Fue así, por la vía de los hechos, como tomé conciencia de uno de los problemas que, entonces y hoy, desangran Andalucía: la desigualdad.

Con apenas veinte años, en los ochenta, empecé a participar en las movilizaciones sociales que tenían lugar en mi pueblo. Así empecé a acudir a las asambleas del SOC (Sindicato de Obreros del Campo) y de la CUT (Coordinadora Unitaria de Trabajadores). También tuve la oportunidad de viajar hasta Francia, hasta la cooperativa Longo Mai, una innovadora experiencia social y agrícola en la que pude aprender nuevos modelos agrarios y en la que también comprendí que la desigualdad no tenía que ser moneda de cambio para que el mundo rural generara riqueza y prosperidad. Con la idea de luchar por una Andalucía más justa y próspera, pronto regresé a mi tierra, a mi pueblo.

Era una de las pocas, poquísimas, mujeres que se involucraba en actos y movilizaciones. Había muchas otras que compartían mis mismas preocupaciones y, sin embargo, tenían que hacerse cargo del cuidado de sus familias. No era algo exclusivo de quiénes teníamos inquietudes políticas. Tomé pronto también conciencia de que una mujer trabajadora sufre una doble discriminación: la primera, por razón de su condición humilde; la segunda, por ser mujer.

Ha llovido mucho desde entonces y la realidad es que la Andalucía en la que hoy vivimos no es exactamente la misma que aquella en la que nací y crecí. Sin embargo, hoy seguimos sufriendo los principales problemas que padecíamos entonces. La desigualdad es la realidad cotidiana que se sigue viviendo en muchos municipios de nuestro medio rural. Y esa desigualdad es también una realidad que se sufre y siente en cada barrio, en cada pueblo y en cada ciudad de Andalucía.

Los últimos años de crisis económica no han hecho sino agravar esta situación. A los y las de abajo, a la gente humilde y trabajadora, nos ha tocado pagar por unos errores que no eran nuestros. Mientras el paro y la pobreza hacían mella en nuestro tejido social, la clase política miraba a otro lado. Mientras miles de familias eran desahuciadas de sus casas, el gobierno rescataba a la Banca con dinero público. Mientras el paro nos volvía a hundir en la miseria, los altos cargos de la Junta de Andalucía derrochaban los fondos destinados a generar empleo en pagar sus vicios.

En El Coronil, en mi pueblo, los jóvenes no pueden encontrar trabajo. Y pasa en otros muchos pueblos. En todos, como en todas las ciudades. La juventud mejor formada de nuestra historia tiene que emigrar, como hacíamos hace medio siglo, porque en nuestra tierra no tienen las oportunidades que merecen. Los recortes sociales se han cebado con municipios como el mío y el médico de primera atención apenas tiene dos o tres minutos para atendernos, porque la Junta prefiere malgastar dinero público en una sanidad concertada que nos sale mucho más cara a todos los andaluces y andaluzas. Porque los recortes sociales, por ejemplo, impiden que se pueda abrir una guardería pública. Y quiénes salimos malparadas somos las de siempre, la gente humilde, y sobre todo las mujeres de un medio rural condenado al olvido.

Pero tenemos que tener motivos para la esperanza. Hemos de comprender que el desempleo, la pobreza y la falta de oportunidades no son un fenómeno meteorológico inevitable, sino consecuencia directa de unas políticas concebidas para beneficiar a unos pocos a costa de la

mayoría. Somos muchas las que nunca vamos a ceder frente a la resignación y por eso formo parte como número dos de la candidatura de Adelante Andalucía para las próximas elecciones autonómicas.

Andalucía necesita urgentemente un cambio de modelo productivo que ofrezca prosperidad a su gente. Y eso significa, por ejemplo, cumplir con una de las demandas históricas de nuestro medio rural: la reforma agraria. Es incomprensible, es inaudito, es inmoral incluso que una tierra como la nuestra, rica y fértil, permanezca improductiva, en manos de unos pocos y a costa del dolor de una mayoría social. Cambio de modelo productivo significa también, por ejemplo, apostar por las energías renovables, en lugar de hacerlo por el ladrillo, cuya burbuja estalló y dejó a miles de trabajadores en la calle. Cambiar de modelo productivo es poner la economía al servicio de la gente, e invertir la dolorosa ecuación que ha puesto el gobierno andaluz durante décadas al servicio de los poderosos. Cambiar de modelo productivo es recuperar nuestras instituciones, reforzar nuestro sector público e impulsar el desarrollo cualitativo que los andaluces y andaluzas reclaman.

Hay una Andalucía que amanece y con sus rayos de sol lleva un mensaje de esperanza a toda la gente. Está ya en marcha un proyecto que a partir del próximo 2 de diciembre quiere abrir una nueva etapa para nuestra tierra. Nunca como hasta ahora he visto tanta ilusión reunida, en cada acto, en cada uno de los pueblos y ciudades que durante las últimas semanas recorremos frenéticamente para contar nuestra propuesta para Andalucía. Creo que con toda mi alma que Adelante Andalucía representa una oportunidad histórica que no podemos dejar pasar, tanto como creo que Teresa Rodríguez representa hoy por hoy lo mejor de nuestra tierra. Una Andalucía que amanece, una Andalucía que no se rinde, una Andalucía que mira al futuro con los ojos llenos de esperanza. Adelante, Andalucía, Adelante. ¡Porque nadie te puede frenar!

Firmado por María García Bueno, candidata número dos de Adelante Andalucía por Sevilla.

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