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En cada cita electoral vuelve a saltar en la opinión pública la polémica sobre la aplicación del sistema D´hondt y la falta de proporcionalidad en los resultados electorales que han llevado a un sistema de partido bipartidista anómalo.

España se sitúa como uno de los países menos proporcionales del mundo en una lista encabezada por Francia, Hungría y Canadá; estableciéndose una amplia diferencia con países como Holanda, Dinamarca o Israel, quienes destacan por un sistema de circunscripción que engloba a todo el país, convirtiéndoles en los sistemas electorales más proporcionales del mundo.

Desde el primer momento, en España todas las miradas han acusado a la fórmula D´hondt como la principal responsable del castigo que reciben los partidos minoritarios en los comicios electorales, dejando a un lado otras piezas claves del sistema electoral, que ayudarían a explicar este fenómeno de proporcionalidad.

En los comicios electorales del pasado domingo fueron llamados a las urnas 35.104.986 personas con el fin de elegir los representantes de las cortes generales de España que representan 52 circunscripciones. Con un 73,2% de participación, los votos fueron traducidos en escaños recurriendo a calculadora del sistema electora encargada de la transformación. Es aquí donde se encuentra la clave, y es que D'hondt sólo es una de las cinco piezas que componen la calculadora del sistema electoral. Así, le acompañan las circunscripciones, el prorrateo, la forma de voto y la barrera legal para conseguir representación.

La realidad es que la principal culpable de que en España se haya tendido a favorecer el bipartidismo durante la mayor parte de la historia electoral del país han sido las circunscripciones provinciales, blindadas a través de la Constitución en los años de legislatura de UCD. Algunos cuentan que Adolfo Suárez pidió que se diseñase un sistema electoral donde su partido (UCD) pudiese obtener la mayoría absoluta con el 35% de los votos con el fin de poder conservar la supremacía.

La cuestión se encuentra en el número tan bajo de escaños que merece cada circunscripción. En efecto, en la mayoría de las provincias se reparten un máximo de cinco escaños, una cantidad tan limitada que termina suponiendo una barrera de entrada para los partidos más pequeños, llegando a ser irrelevante la fórmula electoral aplicada, dado que igualmente terminaría favoreciendo a los partidos mayoritarios, ante la necesidad de alcanzar el 17% en un distrito de cinco escaños. Esto nos lleva a que muchos votantes se autoimpongan al abandono de su primera opción de voto por otra con mayor fortaleza, aplicando así el llamado “voto útil”. Por tanto, como dice el profesor Fermín Galindo (1993) “el sistema electoral condiciona a los votantes, en especial a las pequeñas circunscripciones, a utilizar su voto en apoyo de las mayorías políticas”.

El problema es bastante llamativo cuando se analiza la paridad que existe entre los votos de las circunscripciones provinciales. Esto nos lleva a un sistema parcial, ya que incide en la tendencia a una bipolaridad política y no a la pluralidad.

Algunos entiende como imposible una reforma drástica del sistema puesto que esto implicaría una reestructuración donde sería difícil medir si los efectos positivos y negativos en un corto y medio espacio temporal. Sin embargo, el beneficio calculado al pasar al sistema proporcional puro, sería altamente notable. Poniendo ejemplo sobre los últimos comicios celebrados, IU hubiese sido la gran beneficiaria pues hubiese paso de 2 escaños a 13, a diferencia del Partido Popular que perdería 19 escaños de los 123 obtenidos.

Son muchas las ideas que se han desarrollando para mejorar la materia, la cuestión está en los intereses de quién posee el poder. 

 

Victoria Sánchez, politóloga y experta en Comunicación política e Institucional. 

DNI: 32067729W

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