Imagen de la clausura de la primera Bienal de Cante de Jerez. FOTO: Bienal de Cante de Jerez.
Imagen de la clausura de la primera Bienal de Cante de Jerez. FOTO: Bienal de Cante de Jerez.

Para asistir a la actuación de Jesús Mendez en la clausura de la I Bienal de Cante Flamenco de Jerez, conseguí, no sin dificultades, tres entradas por internet, de la misma zona (Zona Roja). Esa zona, era la más próxima al escenario y por tanto, la más cara. Llegamos a la hora. En la puerta tuvimos un atasco de mas de media hora: la cola de entradas en mano, las adquiridas en taquilla, no tenía problemas: no había nadie. La de internet era un caos. Una pobre chica de la Escuela Andaluza de Arte Ecuestre se afanaba infructuosamente en extraer de los móviles de los clientes, los datos que el sistema no tenía. Tras múltiples maniobras para conseguir trasladar los datos de los recibos de pago, con sus códigos, a su lista "manual" de entradas vendidas, nos dejaron pasar.

Al llegar al patio de enganches del Museo de Carruajes, nos llevamos la segunda sorpresa. Aquello estaba lleno. No había separación de zonas, ni Cristo que lo fundó, pero lo mas gracioso es que no había sillas. Bueno, no había sillas, ni pasillos entre las sillas, ni acomodadores, ni nadie responsable que diera la cara. No había nadie de seguridad. Allí de pie, pasamos media hora de reloj. Por fin salen al escenario, una tal Lola acompañada del "empresario" organizador, el dueño de la Guarida del Ángel, Mario González. Tras pedir, de forma entrecortada y dispersa, disculpas por tener de pie a un grupo de gente que había pagado su entrada, se ponen a leer de forma lamentable y con una torpeza infinita, una lista interminable de agradecimientos. Seguidamente, y con una lentitud pasmosa, hablaron de "sueños hechos realidad", mientras nosotros nos dormíamos de pie. Hablaron de "experiencia maravillosa", de colaboraciones desinteresadas, de la ciudad, y vuelta de nuevo a la lista de agradecimientos. Tras algunas leves protestas por parte del respetable, se hizo evidente la situación.

El público asistente, mayoritariamente masculino (los que estaban cómodamente sentados en nuestras localidades), eran parte de la organización. Su animadversión y agresividad hacia los que estábamos siendo atropellados por los organizadores era evidente. Mientras, los perjudicados, nos limitamos a hacer algunas protestas ligeras, pero lo que recibimos por parte de nuestro entorno fueron miradas aviesas, comentarios desagradables y hasta "sutiles" amenazas. Nadie se solidarizó con nosotros. Allí seguíamos de pie aguantando el tirón. Finalmente, unos amigos de Jerez, que estaban por allí, en nuestra misma situación, removieron Roma con Santiago y consiguieron una silla para mi mujer, y a la media hora, otra para mí y para otro amigo.

En el descanso, como por casualidad, se nos acercaron varios de estos "señores" del público, para decirnos verbalmente que no nos quejáramos, que ya teníamos sillas. Nadie de la organización. Tras el descanso reaparece la tal Lola, que vuelve a darnos la brasa con su lista de agradecimientos, aclarando que este año han tenido errores, que sienten mucho, pero que "dentro de dos años", lo harán mejor.

En resumen: en los 17 los años que llevo en Jerez, ha sido la noche más desagradable que recuerdo.

Juan Herrera Salazar.

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