Valgan aquí unas escuetas líneas para recordarte que has vuelto a olvidarte de ti.
Querida Susana:
Valgan aquí unas escuetas líneas para recordarte que has vuelto a olvidarte de ti, que nuevamente a pesar de tus promesas eternas has vuelto a relegarte a un segundo plano en tu agenda diaria, y que las prisas y el estrés al que te sometes no son buenas consejeras.
Unas breves notas para hacerte ver que en tu planning personal no has anotado tus deseos, tus momentos de ocio… Un tiempo para, en suma, dedicarte a tu yo, a la contemplación, a la meditación, a las relaciones sociales, al ejercicio físico o espiritual; víctima como eres de una sociedad obcecada en esclavizarnos como mujeres y hacerte presa del reloj.
Las palpitaciones intensas que tu corazón te manda cada noche, cuando haces acopio de las horas vividas, te golpean insistentemente para reclamar tu atención, y tú, como si nada. Tu ego llama a la puerta y tu miedo no te permite abrir autoconvenciéndote de que el mensajero pasará otro día más de largo.
Es entonces cuando la manifestación de una irascible sensación de culpabilidad por ser incapaz de hacer frente a las decenas de ocupaciones que te ordenan tus distintos roles aparece como elefante en cacharrería para desordenar tu vida. Es el precio, querida Susana, que tienes que pagar por intentar ser una supermujer que todo lo puede y que todos silencian para comprobar tu límite de resistencia como si la vida fuese un ring de boxeo donde algunos esperan que caigas por KO.
Pero no te rindas, porque no es una realidad inventada para ti sino para muchas féminas que, como tú, deben demostrar cada día que la conciliación de la vida laboral y familiar es algo más que un buen lema de campaña; es un derecho fundamental que debíamos exigir en las calles porque la vida nos va en ello.
Sin más dilación, espero tu rápida respuesta. Dítelo a ti misma. Un beso.
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