'Carmen Calvini'

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

Carmen Calvo, en una imagen de archivo.
Carmen Calvo, en una imagen de archivo.

En 1996, el expresidente andaluz Manuel Chaves nombró consejera de Cultura a una desconocida de los mentideros políticos. Todo lo que se sabía de Carmen Calvo es que era profesora de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba, hermana del entonces diputado en el Parlamento andaluz del Partido Andalucista José Calvo Poyato, sin filiación política, independiente y feminista.

Las ruedas de prensa de Calvo, dicen los periodistas más longevos, eran un gozo para la decencia intelectual. Destacaban sus reflexiones elaboradas de una mujer culta como Calvo y sus declaraciones que se salían fuera de los argumentarios tradicionales y aburridos de los partidos, que convierten a los políticos en insustanciales y meros repetidores de consignas.

Como consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, su gran logro fue la puesta en marcha del Museo Picasso de Málaga que, sin duda, ha hecho de Málaga una ciudad más universal, ha dignificado el legado del pintor y con sus 600.000 visitas anuales es el museo más visitado de Andalucía, por encima incluso de la majestuosa y gran desconocida pinacoteca del Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Con este aval fue nombrada ministra de Cultura del primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, en 2004, cuando ganó peso político dentro del PSOE, visibilidad a nivel estatal y se convirtió en una de los ministros mejor valorados por los ciudadanos. Su gestión en el Ministerio, aunque tuvo luces y sombras, destacó por su compromiso con la ley del cine, por intentar bajar el IVA cultural al 1%, que finalmente no pudo llevar a cabo porque la UE no lo permitió, y por devolver a Cataluña la documentación incautada por el franquismo que se encontraba en el Archivo de Salamanca.

En 2007 fue cesada como ministra y en 2011 abandonó la primera línea política para volver a dar clases en la Universidad de Córdoba. Enemiga confesa del susanismo, se recluyó en sus clases hasta que Pedro Sánchez se postuló como candidato para recuperar la secretaría general del PSOE en contra de la vieja guardia y frente al todopoderoso aparato andaluz. El apoyo de Carmen Calvo a Pedro Sánchez reforzaba el perfil progresista y de izquierdas del ahora presidente del Gobierno en funciones.

Nadie daba un duro por que ganara Sánchez frente a Díaz, pero la realidad es que ganó y Carmen Calvo salió de su balneario universitario y volvió a la primera fila política con un perfil que se diferenciaba nítidamente del PP y que venía a ‘hacer las paces’ con Podemos para resituar al PSOE en la izquierda y alejarlo de donde lo había situado el susanismo, tras el golpe de Estado interno, que finalmente acabó haciendo a Mariano Rajoy presidente del Gobierno gracias al concurso de los diputados socialistas en 2016.

De aquella mujer feminista, que levantaba el puño en los mítines de la campaña de las primarias de Pedro Sánchez como una adolescente idealista, que decía “somos de izquierdas” una vez que Sánchez ganó a Díaz y que era una de los ministros de Zapatero mejor valorados por los ciudadanos, ya no queda nada. Si le queda algo, desde luego, lo disimula muy bien.

En cualquier democracia sana, Carmen Calvo ya habría tenido que dimitir después de haber falsificado un documento que aportó Unidas Podemos a la negociación del Gobierno de coalición. Donde la formación de Pablo Iglesias ponía “propuestas”, Carmen Calvo lo modificó, puso “exigencias” y lo envió a los medios de comunicación como si fuera cierto y no un burdo montaje de una de las máximas autoridades del Estado.

Más tarde vino su papel con el barco humanitario Open Arms que le ha valido el apodo de 'Carmen Calvini' por argumentos que la situaban más cerca del ultraderechista Salvini que de aquella mujer progresista que daba gusto escuchar en las ruedas de prensa y que fue fichada por Manuel Chaves precisamente para reforzar el perfil de izquierdas del Gobierno andaluz.

En otro de sus deslices se erigió en la Agustina de Aragón del feminismo patrio y privatizó la lucha de las mujeres para beneficio del PSOE. “El feminismo no es de todas, bonitas, se lo ha currado el socialismo”, dijo ufana, en un acto de celebración de los 140 años de historia del PSOE.

Ahora, como durante todo el verano, está centrada en torpedear un acuerdo de gobierno de coalición con Unidas Podemos, dentro de su papel de 'poli malo' que le ha encargado Pedro Sánchez. Si Carmen Calvo fuera un hombre, no tendríamos ninguna duda en calificar de machilurismo el trato humillante, despótico y soez con el que la vicepresidenta se refiere a Unidas Podemos en cada declaración que hace a los medios de comunicación.

Quizás Carmen Calvo no lo sepa, pero una de los ministros mejor valorados del Gobierno de Zapatero ha destruido en un verano todo el capital político acumulado en casi tres décadas de vida pública. De ser considerada una mujer de principios y convicciones progresistas ha pasado a amenazar con una multa millonaria a una ONG que se dedica a salvar vidas en el mar; de ser enemiga confesa del susanismo, ha pasado a comportarse con la misma prepotencia que el PSOE andaluz ha tratado siempre a sus posibles aliados: llámese Podemos, Izquierda Unida o Partido Andalucista.

De ser una de las garantías del giro del PSOE a la izquierda, pasará a la historia como la mujer que falseó la documentación que aportó Unidas Podemos a las negociaciones del gobierno de coalición para abortar un acuerdo histórico de las izquierdas. De dar gusto escucharla en las ruedas de prensa, por sus reflexiones ilustradas y su decencia intelectual, va a terminar el verano con su imagen pública por los suelos, convertida en una hooligan del partido, sin honestidad intelectual y que no se sabe cuándo miente o dice la verdad.

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