Capaces

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Ante ellos dos frases martillean sin descanso mis pensamientos: Todos somos iguales. Todos somos capaces.

Nunca me gustaron los prefijos ni los sufijos. Muletillas gramaticales que sirven para concretar sustantivos pero también para etiquetar. Cuando de personas se trata, su uso en el lenguaje verbal más que redefinir a alguien en cuestión le imprime como un tapón un sello que debe soportar como una dura carga durante toda su vida.

Existiendo el prefijo –des, nunca supe muy bien por qué a las personas con capacidades reducidas alguien renombró con mal gusto como dis-capacitados hace ya algunos años. Cierto es que las personas que padecen algún tipo de merma, ya sea en su capacidad física o intelectual, tienen impedidas algunas facultades pero también es verdad que el diccionario de antónimos las describe asimismo como personas “de buen talento” e “inteligentes”.

Este fin de semana, esos en los que la vida te destina a conocer cosas realmente interesantes, he tenido la oportunidad de asistir a un evento internacional de artes marciales adaptadas. De la mano de colectivos y asociaciones del mundo de la discapacidad de la provincia he descubierto un mundo lleno de posibilidades, de seres humanos con una ejemplaridad a prueba de bomba en todos los sentidos.

Cuando la superación personal, el tesón y el esfuerzo se dan la mano, se descubren a personas excepcionales que no ocupan portadas en la prensa deportiva por sus hazañas y gestas pero que nos dan una bofetada sin manos a quienes vamos por la vida de normales. Su lucha callada, su sacrificio por la integración  se la da en este caso el mundo del deporte, pero es aplicable a cuantos ámbitos queramos.

Las personas con altas capacidades, como se las debería denominar, demuestran a la sociedad, y también a ellos mismos y a sus entornos más cercanos, que nada es imposible cuando una meta se fija en nuestro camino. Es una visión diferente de la vida, pero más rica en matices porque ellos y ellas son capaces de resarcir lo que la genética o la causalidad les robó un día.

Capaces de lo mejor que cada ser humano puede realizar, capaces de hacer aflorar tu sensibilidad más innata, capaces de ponerse el mundo por bandera desechando tópicos, prejuicios y estereotipos. Capaces de eliminar barreras y saltar la peor de todas las mezquindades: aquellas que las sitúan en nuestro modelo actual de sociedad como personas de segundo nivel.

Ante ellos dos frases martillean sin descanso mis pensamientos: Todos somos iguales. Todos somos capaces.

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