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El nomenclátor tradicional de muchos barrios de Jerez es simplemente normal, otra cosa es la intencionalidad política que se desprende de algunas de las nuevas denominaciones y obras.

La Plataforma Laicista de Jerez ha aprovechado la celebración de la Semana Santa para denunciar públicamente la existencia en la ciudad de más de 330 calles y plazas con nomenclatura que hace referencia a cristos, vírgenes, santos y religiosos, así como 15 monumentos y placas con imágenes religiosas en espacios públicos. De hecho, la Plataforma ha hecho un exhaustivo trabajo que incluye un mapa nomenclátor con todos los nombres y símbolos detectados en vía pública y habla abiertamente de clericalismo para referirse a esta situación… Pero, ¿son muchos estos motivos religiosos o son pocos? ¿Qué importancia tiene? En los comentarios de lavozdelsur.es hay un debate con distintas opiniones a favor y en contra de las dos preguntas, incluso sobre la religiosidad (en este caso léase catolicismo) real de la población más allá del indudable fervor que suscita la Semana Santa en ciudades como Jerez.

Este cronista, por su parte, vendría a recordar que en España y en los países cercanos, es muy común que la parroquia haya terminado por dar nombre al barrio. Sin salir de Jerez, ahí están San Mateo (de unos años a esta parte hay quién llama así incluso a buena parte del centro histórico, del Arroyo a la derecha), Santiago, San Miguel, San Pedro… y nuevos barrios que se han ido creando (San Enrique, San Valentín...). Sin ánimo de ser prolijo, en Florencia podemos pasear por la Santa Croce, en Lisboa acercarnos a ver la torre de Belem, bajarnos del tren en la estación de Sants de Barcelona… esto es así incluso en la laica Francia: quién no ha recorrido el parisino bulevar de Saint Germain o ha tomado algo en Saint Michel. Con este panorama creo que el nomenclátor tradicional de muchos barrios de Jerez (y en consecuencia de algunas de sus calles y plazas) es simplemente normal.

Otra cosa es la evidente intencionalidad política que se desprende de algunas de las nuevas denominaciones y obras, una práctica que, cabe recordar, comenzó Pedro Pacheco con el cambio de siglo y tuvo durante la legislatura de los pactos 2003-07 su punto álgido, actuaciones "bendecidas" –con perdón- por acción u omisión tanto por PP como por PSOE. En su estrategia por ganarse el favor del voto cofrade, además de la remodelación discrecional de las casas de hermandad, hay que recordar que no quedó callejón o recodo del centro que no fuera bautizado o rebautizado con los nombres de los titulares de las hermandades más próximas, nombres que en algunos casos son casi más largos que las propias callejuelas. Con todo, por su presencia, los máximos exponentes de esta política dirigida o enfocada hacia este colectivo (en realidad, tan heterogéneo) son el monumento a las cofradías que preside Cristina desde entonces y la Virgen del Rocío de la plaza Aladro (una estatua gigante de la Virgen se ha quedado, al menos por ahora, en el cajón). Todos estos casos sí que pueden calificarse como excesos, excesos cometidos ya entrado el siglo XXI. Lo de la rotonda a San Josemaría Escrivá de Balaguer simplemente da para otro artículo…

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