Una prostituta, en una imagen de archivo. FOTO: MOEMAJOD
Una prostituta, en una imagen de archivo. FOTO: MOEMAJOD

Tras decir la señora ministra del ramo, Magdalena Valerio, que le habían colado un gol, llevamos unas semanas de abrumador asalto mediático contra la legalización del sindicato de trabajadoras sexuales Otras. Otras voces con otras opiniones apenas tienen posibilidad de acceder a los grandes medios de comunicación. Pero las hay. Y calificadas. Por supuesto la de las propias trabajadoras, que desde una diversidad de realidades (aunque aquí empleemos el genérico en femenino son un colectivo diverso de personas transgénero, transexuales, hombres…) vienen ya desde hace un tiempo demandando los derechos que como ciudadanas y trabajadoras les niega nuestra sociedad.

Pero también desde el ámbito sindical, de defensa de los derechos humanos, políticos, del movimiento feminista o del mundo académico. Voces que han defendido el derecho de las trabajadoras sexuales a proteger sus intereses colectivamente formando sindicatos o asociaciones y que apenas tienen reflejo en esos grandes medios de comunicación monopolizados por el prohibicionismo y el abolicionismo.

La postura que ha mantenido la Apdha desde hace muchos años en este tema se fundamenta no sólo en reflexiones ideológicas o planteamientos teóricos, sino sobre todo en la relación directa con las mujeres que ejercen la prostitución a través de los programas que venimos desarrollando desde hace ya más de quince años.

Partimos de la defensa de los derechos. De todos los derechos y para todas las personas. Aunque son respetables las opiniones que desde una determinada moral y posición ideológica rechazan el ejercicio de la prostitución y que pueda ser considerado un trabajo, lo que resulta sorprendente es que, en función de esa determinada moral, se pretendan negar los derechos fundamentales a un colectivo de personas que libremente deciden ejercer esa actividad.

No existe ningún debate en los casos de trabajos forzados, menores y trata de personas, en el ámbito del trabajo sexual o en cualquier otro. Ello está castigado severamente en nuestro código penal y esa deleznable práctica debe ser perseguida con toda contundencia.

Sin embargo, me parece que es retorcer la realidad cuando se pretende que trata y prostitución son la misma cosa. No responde a la realidad y es tremendamente perjudicial para la lucha contra la trata al desdibujarla y diluirla. De esa forma razona Chus Álvarez, responsable para América latina de la Alianza Global contra la Trata de Mujeres, que señala tras una investigación en más de siete países que la autoorganización de las trabajadoras sexuales contribuye decisivamente en la lucha contra la trata.

Es retorcer también la realidad, para hacerla coincidir con ideas previas, cuando se plantea que ninguna mujer ejerce libremente argumentando que en verdad ha sido obligada por las circunstancias de la vida. Bueno habrá que admitir que las circunstancias de la vida llevan a mucha gente a ejercer profesiones o hacer trabajos que no les gustaría hacer o que preferirían hacer otros. Amén de que muchas trabajadoras sexuales en el contexto social que vivimos prefieren ejercer libremente esa actividad por muy diversos motivos. ¿Que en muchos casos sufren situaciones de verdadera explotación? Sin duda. Como en muchos otros trabajos. Y por eso, como en esos otros muchos trabajos, optan por autoorganizarse, para defenderse y luchar contra esas situaciones de explotación.

Como ha demostrado el movimiento obrero a lo largo de sus dos siglos de existencia, la lucha contra la explotación se materializa con más derechos y con la autoorganización de las personas. No con menos derechos, estigma y persecución. Estamos hablando de estar a favor de los derechos de este colectivo o condenarlo al abuso laboral, a la exclusión y la clandestinidad.

El argumento utilizado en algunos sectores de manipulación de Otras por los empresarios del alterne, cosa que a mí no me consta fehacientemente, responde a la misma estrategia que vienen sufriendo las propias trabajadoras sexuales que se organizan, e incluso las organizaciones que las apoyamos: invalidar nuestro discurso en base a una supuesta falta de autonomía y capacidad de agencia. Pero incluso así con ese argumento no se puede cercenar un derecho fundamental (y el gobierno no debe, no puede, prohibirlo). Ello nos levaría a prohibir los sindicatos amarillos, cosa que nadie con un poco de sentido democrático puede plantear. Sería extremadamente peligroso que el gobierno pudiera decidir sobre este tema, en este o en otros casos, según concuerden o no con su ideología, sea esta la que sea.

La creación del sindicato Otras refleja en realidad el proceso de empoderamiento que se viene produciendo de las mujeres que ejercen el trabajo sexual. Grupos de mujeres que reivindican su dignidad y participan del movimiento feminista. No sólo en España, sino en otros muchos países (como la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina, la Red de Trabajadoras Sexuales América Latina, el ya veterano Comité por los Derechos Civiles de las Prostitutas de Italia, Francia donde está legalizado el Sindicato de Trabajo Sexual, o también en Francia la asociación Acceptess Transgenres… por citar sólo algunos de los muchos ejemplos que podrían citarse). Sorprende que algunos sectores del feminismo, sobre todo el representado por el feminismo canónico del PSOE, que defiendan justamente la libertad de decisión y elección de las mujeres en todos los ámbitos de la vida, al mismo tiempo que desprecian a este colectivo, las ignoran, criminalicen y estigmaticen.

Con argumentos por demás de muy escaso fundamento emancipador, a mi modesto modo de entender. A este respecto me ha resultado de interés el punto de vista de Giovanna Rincón, que ejerció la prostitución durante más de 20 años y es presidenta de Acceptess Transgenres, una asociación que trabaja en Francia con personas transexuales y afectados por el VIH-Sida, que considera que se quiere imponer una visión puritana y moralizadora sobre la cuestión del cuerpo. “Hay que abordar el feminismo de una manera diferente. ¿Qué mayor feminismo que el de una mujer, que hasta ahora ha sido reprimida, reducida a la reproducción y que hoy sea capaz de emanciparse de todos esos conceptos y salir a la calle a decir, sí me dedico a esto?”.

Que de alguna forma es lo que afirma también Silvia Federici: “Ninguna mujer debería preguntar a otra qué dominación prefiere ni ninguna feminista debería decir a otra cómo debe usar su cuerpo. Dignificar la profesión de las trabajadoras sexuales y reconocer a las personas que la ejercen también forma parte del feminismo” (citada por Monserrat Galcerán que a su vez señala: “el revuelo provocado por esta iniciativa no se debe, en último término, a su inconveniencia; se debe a que afecta directamente a todos los tabúes que rodean las prácticas sexuales y a la hipocresía de una sociedad que no se atreve a mirarlas directamente”).

Desde la Apdha hemos apoyado la creación de ese sindicato, Otras, así como la creación de secciones sindicales en otros sindicatos constituidos, como en el caso de la Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC), porque consideramos que supone avanzar hacia una sociedad más igualitaria y respetuosa con los derechos humanos.

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