Imagen de un pasado mitin de VOX. FOTO: VOX
Imagen de un pasado mitin de VOX. FOTO: VOX

Hasta hace poco nos decíamos que en España, al contrario que en Europa, no existían grandes partidos de ultraderecha porque ya estaban dentro del PP. Es una afirmación que vistas las cosas que dice y hace el PP de Casado, se aproxima cada vez más a la verdad. Y es cierto sin duda que los sectores de ultraderecha han venido votando sin mucha fisura al Partido Popular, sin que experimentos como VOX lograrán arrancar votos de derechas y ultras al PP.

Junto al citado VOX, ciertamente existían algunos grupos de escasa implantación que se sitúan inequívocamente en la extrema derecha. Grupos que se podrían adscribir a uno de estos cuatro bloques: Falangistas y nostálgicos del franquismo, grupos que pretenden asemejarse a los europeos, ultranacionalistas y racistas sin complejos o los directamente nazis

Junto a los partidos hacen mucho más ruido pese a su escasa incidencia real grupos pretendidamente sociales como Hazte Oír u Hogar Social. Su notoriedad la alcanzan a través del altavoz que le proporciona un potente entramado mediático muy de derechas en el que no pocos medios podrían ser adscritos sin duda a la ultraderecha o directamente al franquismo.

En este panorama relativamente estable han irrumpido nuevos escenarios que nos sitúan ante horizontes preocupantes. Por un lado, la crisis en Catalunya ha favorecido el resurgimiento de un nacionalismo español con evidentes raíces en un franquismo sociológico de dimensiones difíciles de calibrar y consecuencias impredecibles. Ello, a su vez, ha envalentonado a los sectores sociales más ultramontanos: se ha activado la defensa del legado del franquismo, se rechazan sin mucho pudor las políticas de igualdad o se revindican los postulados de la parte más reaccionaria de la Iglesia Católica.

Por otro lado, el PP ha perdido el Gobierno en medio de un lodazal de corrupción y con una transición que está resultando traumática. Y ya se sabe la derecha fuera del gobierno, no se detiene ante ningún imperativo moral o ético para recuperarlo como sea.

En este contexto el PP en dura competencia con Ciudadanos, está intentado sumarse al discurso de la extrema derecha europea, con el nada oculto objetivo de repetir los éxitos de esta y sumar votos alimentando las inquietudes, la zozobra y el miedo de los sectores sociales vulnerables. Es inquietante que esa ideología de la más rancia extrema derecha campe a sus anchas en las Nuevas Generaciones, las juventudes del PP.

Algunos de los principales vectores del discurso de la ultraderecha europea están siendo ya utilizados por el PP y Ciudadanos. Sin pudor alguno, de forma totalmente irresponsable y sin dudar en mentir y usar datos absolutamente falsos. El principal de ellos es la utilización demagógica y racista de la cuestión de la inmigración, con similares mensajes: toda África no puede venir a España, tenemos que abandonar el “buenismo” o la solución está en origen (es decir en hacer lo mismo que Italia en Libia o lo que viene haciendo España desde hace años en Marruecos, Mauritania o Senegal: externalizar y subcontratar la represión de las migraciones y el control de fronteras).

De forma similar se empieza a explotar en el discurso de Rivera y Casado la inexistente inseguridad ciudadana. O la reivindicación del nacionalismo de la “españolidad radical” en expresión del analista Carles Castro que ha apuntado una bolsa potencial de un millón de votantes en su combinación con el mensaje de rechazo a los inmigrantes.

Pienso no obstante que en nuestro país ese discurso de ultraderecha no deja de tener algunos escollos. Me refiero por ejemplo a la cuestión de los derechos civiles, que algunos llaman “ideología de género”. Principalmente en Polonia, donde la Iglesia tiene gran autoridad social, temas como el aborto, los derechos LGTBI o el matrimonio homosexual, son explotados con éxito por la ultraderecha. Pero en general en el resto de Europa hay una postura en la extrema derecha más ambivalente, incluso con intentos de utilizar a su favor las cuestiones LGTBI (ver por ejemplo este artículo, en inglés). La evidente adscripción ideológica en estos temas del PP con la Iglesia (derechos LGTBI, feminismo, religión en la escuela…), pienso que es para ellos un lastre mas que una ventaja. Porque quiero creer que la sociedad española es en lo fundamental una sociedad abierta y tolerante y que es una tendencia de fondo que se mantiene desde hace décadas.

Otro de esas rémoras para el PP, en mi opinión, se refiere a que nunca han terminado de romper lazos con el franquismo, el sociológico y el político. Ello tiene que ver con sus orígenes ligados a importantes prebostes del franquismo como Fraga, pero también a que desde siempre ha sido el punto de encuentro de todos los nostálgicos de la dictadura que durante muchos años han formado parte de su columna vertebral.

Un último elemento que me gustaría considerar. Una de las señas de identidad unánime de la ultraderecha es lo que se ha venido en llamar el euroescepticismo, es decir el rechazo a más Europa desde ópticas particularmente nacionalistas. Cuesta trabajo pensar en una deriva por esta senda por parte del PP o Ciudadanos. Cierto es que tras la sentencia del tribunal alemán sobre el caso Puigdemont, se oyeron voces del PP cuestionando el sistema de justicia europeo e incluso replanteando el propio tratado de Schengen sobre la libre circulación, que es la espina dorsal de la UE. Sin la libre circulación Europa como proyecto político estaría herida de muerte.

Cuesta pensar, ya digo, que el PP tome esa vía; entre otras cosas porque pese a la crisis la opinión sobre la pertenencia a la UE es muy mayoritaria en la sociedad española, según las sucesivas encuestas que publica la Comisión Europea. Pero cosas veredes. Este PP de Casado si vislumbra un nicho para arañar votos es capaz de cualquier cosa.

Con todo ello se impone prudencia porque si algo hemos aprendido es que lo que ayer parecía sólido e inamovible en realidad era volátil e inestable. Pero en todo caso la deriva hacia la ultraderecha de Ciudadanos y del PP es una realidad extremadamente preocupante. No sólo porque fortalece una corriente social hasta ahora minoritaria que va a crecer aupada por el nacionalismo más rancio. Sino sobre todo porque expande mensajes entre la sociedad profundamente destructivos y desvertebradores que alimentan las ideas más reaccionarias y carcomen la democracia y los derechos humanos. Puede aparecer la hidra del fascismo que empieza a enseñar alguna de sus cabezas con las ideas de siempre aunque sea con otros ropajes.

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