Langostinos de Sanlúcar, en una imagen de archivo.
Langostinos de Sanlúcar, en una imagen de archivo.

La santa noche de los langostinos se acerca irremediablemente. La noche astronómica más larga acaba de pasar. La noche más oscura sigue escondiendo los cadáveres de las cunetas y los abusos y violaciones a niñøs en la Iglesia Católica, que parece mentira que una iglesia que celebra tanto la venida de un niño haya roto tantos cuerpos y tantas almas infantiles. La droga del juego ha sido reverenciada por los periódicos, 2.636 millones de euros que recauda Hacienda, que para eso se trajo Carlos III la lotería a España. Cuando pase El Niño podremos volver a criticar las casas de apuestas y los tugurios del juego. El clima seguirá siendo un asunto secundario, no sea que perdamos la tranquilidad o nos vayamos a preguntar de dónde salen tantas gambas: atentos al futuro de Lemoiz.

Casi nadie va a la misa del gallo y pocos comen ya pavo. Lo que lleva tiempo de moda son los langostinos, ahora con cabezas tóxicas, como las de tanto cuñadø y yernø pelota. Tóxico es el pensamiento que nos encierra en nuestro deseo de una realidad ideal y nos lleva a pensar que seamos los mejores o los únicos. Es lo que parece que le ha estado pasando a un tribunal que actuó con mayoría búlgara, del que se tiene la impresión de que su fiscalía era quien le preparaba el camino para luego aparecer magnánimo. Digo impresión.

Desde que somos Europa tenemos, como Alemania, un Tribunal Supremo Federal con sede en Luxemburgo, por encima de lo que se diga en el Palacio de las Salesas de Madrid. Cualquier persona sana y con sentido común se preguntaría cómo es posible que Bélgica, Escocia/Reino Unido, Schleswig-Holstein/Alemania, ¿Suiza?, se hayan opuesto al Juez Llarena y a todo el Supremo. En esto llega el Tribunal de la Unión Europea y se lo dice en castellano, para los que piensen que en Europa la gente no entiende lo ocurre en España.

A estas alturas sabemos todos que las órdenes estaban mal redactadas, no traducidas, etc., etc.

El Tribunal Supremo cometió varias cosas y errores. Preguntó con la obligación de esperar la respuesta, pero no esperó y condenó a la brava. Luego vino la respuesta, y esto es ya lo de más. El Tribunal Supremo tenía la obligación legal, constitucional, de esperar la respuesta y no esperó. Condenó. La respuesta llegó y dejó al Tribunal Supremo sin sentencia y con una posible petición de habeas corpus por un presunto encarcelamiento ilegal de Oriol Junqueras, para empezar.

Son demasiadas las críticas sobre esa falta de escrúpulo, dentro y fuera de España, como para abandonarse a lo que se diga en la santa noche de los langostinos y los cuñaøs, para quienes se está preparando ya toda una caravana del humor que deje en buen lugar lo que ha quedado despedazado y sin ningún tipo de reputación. Hoy más que nunca se exige la necesidad de una dimisión inmediata y búlgara. También el Gobierno ha quedado mal parado en la sentencia, por eso no ha habido rueda de prensa esta vez.

Las cenas familiares se llenarán de catedráticos de Derecho Constitucional, de profesores eméritos de Penal y no faltará quien se crea un Bobbio resucitado, que la Nochebuena da para todo eso y para más, después de haberse chupao unas cabezas de langostinos cebra y un par de vasos alargados de algún vino espumoso.

Cabezas tóxicas dirigen una mano que no tiembla con un martillo y se le rompe el alma a la realidad que se resista a lo que diga quien manda. Se mete en el molde de España lo que haga falta, a martillazos, y a por ellos, a por los que no estén de acuerdo. A desempolvar las adargas y enderezar las lanzas: llega la noche de un Duque de Alba y un Carlos I que cualquier cuñaø se pimpla antes de darnos cuenta, y lo que larga luego. ¿Por qué no se habla del tiempo?, ¿de la historia familiar?, ¿de las anécdotas divertidas mirando fotos antiguas? Del clima mejor que no se diga nada, porque además aparecerá algún primo.

Cabezas tóxicas y un nacionalismo capaz de defender lo que sea, lo más falso y lo más terrible. Nadie dijo nunca que no hubiera que juzgar a quien cometa un delito, pero el Código Penal se ha vuelto draconiano: con Altsasu, con Barcelona, con no pocas mujeres víctimas del machismo, con los titiriteros y con cualquier persona que se olvide las ventanas abiertas y la puerta sin cerrar de sus pensamientos.

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