La verdad no es una opinión

Quienes contraponen andalucismo e internacionalismo simplemente no pueden ser andalucistas. Y con bastante probabilidad tampoco internacionalistas

05 de junio de 2025 a las 11:57h
La bandera de Andalucía en una imagen reciente.
La bandera de Andalucía en una imagen reciente. MAURI BUHIGAS

Se puede opinar de todo… bueno, en realidad de casi todo. La imposibilidad tan sólo alcanza a lo evidente. Es posible por ejemplo, la percepción personal de cada fenómeno, hecho o propuesta, pero no lo que es axiomático. Puede sostenerse si gusta o no una fachada de color verde o cubierta de azulejos de cuarto de baño. No es admisible decir que es roja, salvo daltonismo, porque entonces sería lógico buscar el centro de internamiento para enfermos mentales más cercano. Igual ocurre, pero aumentado, la definición auto arrogada o del propio pensamiento. Sería completamente reprobable si se llamara a sí mismo “socialista” alguien con camisa azul y saludo con el brazo y la mano extendidas. Lo mismo da la ausencia de estos signos externos. No podría presumir de demócrata quien defendiera principios dictatoriales.

No toda afirmación es una opinión, aunque mucha gente así lo defiende para defender su criterio con un socorrido “esa es mi opinión”. Pero no es opinión todo lo que se intenta encubrir con ese nombre; la verdad es quien mejor puede desmontar una opinión. Por lo tanto hay que ser muy cuidadosos y pensar a quien nos arrimamos. “Esa es mi opinión” suele ser un aserto falso, una defensa sin sentido cuándo se utiliza para encubrir una conclusión imposible o una tendencia errada.

Por el mismo principio es cuando menos atrevido, montar “confluencias” con el objeto de apoyarse mutuamente. Lo es en la medida en que alguna de las dos o más tendencias “confluenciadas” mantenga sus convicciones políticas y las quiera imponer, máxime cuando esa “opinión” raramente supera preferencias personales, porque entonces es imposible poner de acuerdo a las dos o más tendencias.

Situémonos, veamos algún caso real como la vida misma. No se puede ser al mismo tiempo comunista y anarquista, ni monárquico y republicano a un tiempo, ni un nazi puede ser demócrata y viceversa, ni es posible ser a la par independentista e “internacionalista”, menos aún cuando ese supuesto internacionalismo sólo llega hasta los Pirineos. No se puede ser simultáneamente andalucista y centralista. Es imposible unir, juntar conceptos contrapuestos, enfrentados entre sí de forma natural, porque no se puede ser ambas cosas a la vez. Una de las dos tendencias auto atribuidas es falsa, o las dos. El resultado más previsible que puede aparecer como consecuencia de una “confluencia” entre grupos claramente diferenciados y más que eso enfrentados en la filosofía pregonada y en especial en la práctica, en su comportamiento diario, es la imposibilidad de trabajar en común, incluso la ruptura. Si no, que le pregunten a Adelante Andalucía. La confluencia es desaconsejable en cuanto su objeto declarado “marchar juntos”. Cuando se busca obtener mejores resultados electorales, lo más lógico es la coalición electoral que no requiere ningún tipo de compromiso permanente.

Graves son los personalismos tanto en el caso de coalición como el de confluencia, pero esta última requiere de una política común La coalición, por su parte puede ser útil y quitarle espacio al enfrentamiento cuando es circunstancial, cuando se hace expresamente para acudir a elecciones y se mantiene la independencia operativa de aquellos grupos considerados a sí mismos “distintos” o “singulares”. El problema es montar bloques con el deber de mantenerse atados a la confluencia, como bien demuestran los hechos. Mayor problema plantea un acuerdo ideológico si ello ata a las formaciones dado que lo normal es que los supuestos defensores de todo el mundo se sientan distintos y defensores de todo el mundo, cosa imposible porque todo el mundo no es igual. Sin embargo hay grandes y graves consecuencias cuando el objetivo principal de esas confluencias es defender Andalucía, los derechos de la nación andaluza; frenar el drenaje y la sangría que nuestra nación viene soportando hace ya más de dos siglos, entonces es cuando la confluencia se puede romper si dentro de ella hay algún grupo con una sensibilidad más volcada al pretendido mundialismo. Es imposible que puedan marchar juntos andalucistas y “mundialistas”.

No se puede defender una idea y la contraria al mismo tiempo. Peor aún es que esa diferencia sea tan irreal como la asociación entre distintos. Dado que es evidente su desconocimiento cuando contraponen ambas tendencias porque el andalucismo es la opción realmente más proclive al internacionalismo. Andalucía y el andalucismo sí son son internacionalistas y sólo es preciso rascar levemente en su historia reciente. Quienes contraponen andalucismo e internacionalismo simplemente no pueden ser andalucistas. Y con bastante probabilidad tampoco internacionalistas.

Las razones de la singularidad de Andalucía —pese a lo cual mantiene su sentimiento de respeto a los demás— están a la vista con claridad meridiana. Por eso mismo. tampoco se puede gobernar bien Andalucía, cuando se está más pendiente de la política estatal y de utilizar al pueblo andaluz para enfrentarlo a otros pueblos. Es una utilización grosera, egoísta, torticera, interesada en interés propio o del partido en que milite y demuestra lo poco, muy poco, prácticamente nada, que quien así funciona trabaje en la defensa de Andalucía.

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