¿Quién crispa?

Cuando los grupos de derecha y ultraderecha buscan ganar en la calle lo que no pueden obtener en el Parlamento ¿acaso están siendo justos?

Feijóo en un acto reciente del PP.
Feijóo en un acto reciente del PP.

La frase 'todos son iguales' ni siquiera es válida como excusa cuando se limita a pretendida pero no obtenida justificación para la falta de compromiso. Si 'todos son iguales', ¿por qué se sigue votando a uno o a otro de forma alternativa y pendular? O, peor aún, ¿por qué una minoría vuelve a dedicar atención a la dictadura franquista tan olvidada, tan ignorada y denostada desde 1977? Si todos son iguales sería coherencia negar nuestro voto a todos esos 'iguales' y dirigirlos a opciones en la actualidad pequeñas; porque las opciones pequeñas se harían grandes en cuanto contaran con esos votos todavía otorgados a quienes 'son todos iguales'. Sólo una lamentable incoherencia puede sostener el tono despectivo para quienes son preferidos a la hora de votar, buena forma de refrendar la negativa por contradictoria responsabilidad del votante y la votante.

Eso ocurre entre la gente en general cuando buscan justificar su voto. Y entre los medios de comunicación cuando se pretende simular una ecuanimidad que quizá podría ser tachada de cobardía antes que neutralidad, porque la neutralidad requiere el equilibrio del tratamiento justo y recto, pero no ampara la ambigüedad y ambigüedad es lo que reluce cuando el comentario se limita al más cómodo que justo '…crispan el Parlamento', '… se enzarzan en…'. Todo es mensurable, así pues está fuera de toda lógica repartir culpas a partes iguales cuando las responsabilidades sean distintas, como si se tratara de una discusión entre niños pequeños. Que también en una discusión entre niños pequeños es conveniente depurar y evaluar culpas, única forma de ser justos en la imposición de riñas o castigos, mucho más por tanto en adultos con la responsabilidad contraída de forma voluntaria por los 'próceres', que a veces hacen su esfuerzo para no llegar ni a representantes.

Por ejemplo: Feijoo y su grupo, hasta ahora se han opuesto a todo y  han votado contra todas las propuestas presentadas. En su ciega oposición permanente y absoluta, todavía no se han parado a pensar si al votar de una forma o de otra podrían perjudicar a la mayoría, al pueblo, a esa 'igualdad' mucho más presente en su cartelería que en su actitud. Por el contrario, en su obsesión, todo cuanto sea útil para combatir al Gobierno es considerado bueno para ellos, sin importarle votar también contra cualquier mejora. Eso no persigue ninguna igualdad, en todo caso todo lo contrario, porque votar contra las subidas salariales es votar contra la mayoría de los habitantes de esta España a la que presumen de defender. Tanto 'la defienden', que el propio Feijoo ha mentido sin sonrojarse al decir que había votado a favor de la subida, cuando en realidad había votado en contra.

Por eso, como en el caso de la pelea entre niños pequeños, pero aquí con más motivo, se deben diferenciar y depurar las responsabilidades sin minimizar ni maximizar ninguna, sino con el mayor acercamiento a lo justo. Y lo primero es aclarar: no basta decir 'los partidos crispan el Parlamento'.¿Quién crispa? ¿Quién ha empezado? Si hay insultos dónde debería haber documentación. ¿Quién ha empezado a mentir e insultar en vez de razonar? Cuando los grupos de derecha y ultraderecha buscan ganar en la calle lo que no pueden obtener en el Parlamento ¿acaso están siendo justos? ¿Acaso buscan igualdad? Si la buscaran actuarían en consonancia, pero enredar, confundir, no es igualdad ni se le parece. Es crispar. Pero la crispación no ayuda, sólo confunde. ¿Quién ha empezado? Porque si 'los otros' en vez de responderle con datos y argumentos contestan con ambigüedad o con insultos,  se asimilan a los primeros, entonces se hacen co-responsables. Pero ¿quién ha empezado? ¿Quién lanzó la primera mentira o el primer insulto? Es la única forma de valorar con justicia. Para eso sirve diferenciar. Por eso hay que diferenciar. Recuérdese: una verdad a medias es la peor de las mentiras. Lo demás, la aparente postura intermedia en realidad es la disculpa al primero, es exculpar a quienes gozan con las simpatías del comentarista. Por lo tanto ni es ecuánime ni imparcial. Es injusto.

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