¿Quién activó el péndulo?

La democracia es menos democracia, o no lo es, sin información suficiente. Es una responsabilidad colectiva y de las instituciones

¿Quién activó el péndulo? Feijóo, este pasado miércoles, tras la junta directiva nacional del PP, con la mayoría de sus 'barones' y 'baronesas'.
¿Quién activó el péndulo? Feijóo, este pasado miércoles, tras la junta directiva nacional del PP, con la mayoría de sus 'barones' y 'baronesas'.

El péndulo ha funcionado. El vaivén que aparenta cambios para que no cambie nada, ha vuelto a ser activado. Se esperaba y el vaticinio suele ser también una buena manera de orientar el voto. Otra ha estado en los propios colegios electorales, con la sugerencia para que no fueran a tener la “debilidad” de dar su voto a alguno de los partidos “pequeños” (los que menos votos han obtenido): en muchos colegios había dos o más lugares dónde recoger las papeletas, normalmente una cabina, para elegirla en privado y una mesa, para hacerlo a la vista de todo el mundo.

El caso es que la cabina siempre estaba a la entrada del colegio, era lo primero que se tropezaba, y en ella faltaban las papeletas de todos esos partidos denominados “pequeños”, porque los “grandes” son los que obtienen más votos y gastan más en sus campañas.

La democracia es menos democracia, o no lo es, sin información suficiente. Es una responsabilidad colectiva y de las instituciones. De las instituciones, incluidos sobre todo los propios partidos, porque sería su deber formar e informar para que el voto sea coherente. De los propios votantes porque casi siempre se niegan a obtener más información de la que, por rutina, suelen ver en determinados medios, sobre todo entre bloques de anuncios en TV.

En este caso puede decirse que las rebajas propugnadas por Feijóo pidiendo sueldos y pensiones más bajas y viviendas más caras (su principal promesa si ganaran las generales es derogar la ley de vivienda), ha surtido efecto, pero al revés. Porque la mayoría de quienes lo hayan oído se han quedado sólo con el nombre dado (“España”, “gente de bien”, “se están cargando España” o “hay que cambiar”). Habría que cambiar, por supuesto, pero para mejorar. Para seguir favoreciendo a los bancos, grandes empresas y especuladores, no hacen falta estas alforjas.

El mayor problema sigue estando en el bi-partidismo, porque quienes lo propugnan utilizan su mayoría para satisfacer sus propias preferencias y sus compromisos económicos. Los dos partidos con mayor número de votos intentan desprestigiar a los “pequeños”, sin embargo esos “pequeños” considerados así por el número de votos obtenido, son los únicos que, al actuar como verdaderos representantes, hacen presión para obtener mejoras, por tanto los únicos que pueden garantizar una dinámica realmente democrática.

Las mayorías absolutas siempre se convierten en dictaduras, aunque sean temporales, porque imponen su rodillo a todos los demás y no escuchan las necesidades de la gente amparados en la “legitimidad” (en realidad no es legitimidad, sólo es legalidad) del apoyo obtenido. El gran defecto del votante es escuchar solamente, sin analizar, sin comparar, sin comprobar. Como cuando desde el PP de Ayuso y Feijóo acusan al gobierno de “gobernar con etarras”, a sabiendas de que eso es rigurosamente falso, pero más seguros de que una vez dicho algo queda y sirve como clavo ardiendo a dónde asirse.

La gente, en cambio, se desilusiona antes con los “pequeños” porque “no resuelven sus problemas” y les retira su confianza, en vez de retirársela a quien tiene la mayor cuota de poder, aunque aquellos también deben asumir y corregir su grado de responsabilidad. Es lo que está pasando por ejemplo con Podemos cada vez más fragmentado por el gravísimo pecado de imponer la voluntad de un líder por encima de la del resto del partido y de la gente que los vota. Pero el voto que exige a estos más que a los que detentan el poder o la mayor parte de él, es un voto irresponsable, falto de conocimiento, de voluntad o incluso de honradez. Lo primero por no molestarse en obtener la mayor cantidad de información posible y aceptar interpretaciones lanzadas a los medios de comunicación por los que buscan mantener el bipartidismo. Falta de honradez es la de quienes siguen incidiendo en defender ciertas críticas a sabiendas de que son falsas, a pesar de haberse demostrado su falsedad.

Una democracia sin consciencia, sin cultura política, sin formación ni información es menos democracia. O ni siquiera llega a serlo.

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