Pasión por la división

La existencia de la provincia sirve para enaltecer a cincuenta ciudades y para ocultar, despersonalizar o menospreciar a más de ocho mil aldeas, pueblos y ciudades

Las localidades y provincias de Andalucía más 'instagrameadas'.
Las localidades y provincias de Andalucía más 'instagrameadas'.

Una costumbre hecha norma chocante es la insistencia en reafirmar la división en provincias, que también es división entre provincias. Ese parece ser el principal motivo por el que se crearon, mucho más que para facilitar la administración y con ello el trato de la ciudadanía con los organismos administrativos, cosa que, todavía hoy, ciento ochenta años después de su imposición, con una revolución tecnológica por medio, no se está practicando de forma mínimamente eficaz, aunque ya no sea imprescindible desplazarse para cualquier gestión a la capital provincial, porque los programas informáticos impuestos por los diferentes entes administrativos no responden al objetivo de facilitar la comunicación, sino que parecen diseñados para hacer la vida más difícil al usuario. Después de ciento ochenta años no se ha mejorado la comunicación porque no ha habido voluntad de conseguirlo.

La provincia, al recibir el nombre de la capital, se ha quedado reducida a una extensión de ésta, porque al mencionar un nombre se piensa en un lugar, que nunca es toda la provincia, se piensa en la capital como si no existieran más ciudades y pueblos. Cuando un medio de comunicación cualquiera, da el nombre de un pueblo en una noticia o comentario, siempre se preocupa de acompañarlo del nombre de la provincia algo innecesario en muchos casos, entre ellos Jerez, Antequera, Ronda, Linares y muchos más. Sin embargo hay otras, muchas, más ocasiones aún, en que solamente dan el nombre de la provincia, lo cual ignora, oculta el de la localidad. Parece por tanto que todo se hace en las capitales, que los pueblos aldeas o ciudades que no son capitales de provincia, no tienen vida o no existen. Sin embargo nada es más falso. La supravaloración de la capital perjudica al resto de la provincia del mismo nombre, siempre, en cuarenta y siete de las cincuenta en que Javier de Burgos dividió el recién nacido reino de España.

Lo cierto es que las comarcas, ciudades, pueblos, aldeas, lugares o barriadas se esconden para ensalzar a la capital. Por ejemplo no existen los “vinos de Córdoba”, porque son de Montilla-Moriles, ni los de Sevilla, que son del Aljarafe, ni los de Cádiz, porque son los del Marco de Jerez y Manzanilla de Sanlúcar, o bien los vinos de la tierra de Arcos o de Sanlúcar de Barrameda. No existe el condado de Huelva ni la sierra del mismo nombre. El Condado es de Niebla, ciudad escondida parece que para impedir su conocimiento y la Sierra es de Aracena y Picos de Aroche. Las fresas, objeto de litigio por su hostilidad a Doñana, no son de Huelva. Son del Condado o de Palos. O de Cartaya o Lepe. ¿Por qué ocultar su procedencia? ¿En qué beneficia englobarlas en un ente supuestamente “superior”?

Quizá el error no fue sólo el de la forma de concepción de las provincias, también el de nominarlas con el nombre de la capital, porque eso facilitó la apropiación por estas de todos los méritos y sucedidos en la totalidad de la provincia de igual nombre y consecuentemente el enclaustramiento de todas las localidades enclavadas en cada una de ellas. Esto sólo es una consecuencia, grave por supuesto, muy grave porque impide conocer las peculiaridades, los posibles avances, el emprendimiento, la cultura y las necesidades de todas esas comarcas y poblaciones. Una consecuencia grave a sumar a la principal consecuencia negativa de la creación de las provincias, que viene siendo mantener alejada a la ciudadanía de la Administración, alejar a muchas localidades de servicios imprescindibles como la sanidad, la enseñanza o la cultura y, quizá lo peor de todo, hacer crecer a las capitales a costa de la despoblación parcial o plena de muchos municipios.

La existencia de la provincia sirve para enaltecer a cincuenta ciudades y para ocultar, despersonalizar o menospreciar a más de ocho mil aldeas, pueblos y ciudades. No es necesario insistir con tanta reiteración en el nombre de la provincia, que si alguien desconoce de cual forma parte alguna localidad, es muy fácil su consulta incluso en el teléfono móvil. Pero las más de ocho mil no merecen ser ignoradas.

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