¿Mejor no recordar?

Las fuerzas del orden, en tanto representantes de la autoridad, deben saber dar ejemplo de moderación, mostrar su capacidad de diálogo

Manifestantes y agentes de Policía Nacional, en la manifestación en apoyo al metal.
Manifestantes y agentes de Policía Nacional, en la manifestación en apoyo al metal. GERMÁN MESA

Al final será un hotel, al final si nos descuidamos tendremos más hoteles que viviendas, más motivo para que sigan haciendo falta viviendas. De esa forma la memoria se desmorona. El viejo y anti estético pseudo modernista edificio de la vieja Comisaría de la plaza de la Gavidia, en Sevilla, será un hotel. Para el recuerdo, para la memoria nos conformaremos con la zona de recepción de la antigua cárcel de Ranilla, dónde también se repartieron tortas, más vale no comparar que siempre saldríamos perdiendo, sea cual fuera el resultado. Creímos —pobrecitos ilusos— que la violencia ya había terminado. Que lo que sólo engendra violencia había finiquitado. Que ya teníamos una policía democrática. Pero la carga contra las familias que protestaban en Sevilla contra los cortes de luz nos ha devuelto al mundo real. Y la detención de un activista nos llena de consternación porque todavía hoy,  cuarenta y siete años después de acabar —presuntamente— la dictadura, siga habiendo tanta tolerancia con los intolerantes. ¿Protestar contra los cortes de luz, por casualidad va contra el sistema? ¿Son antisistema, quienes piden que no se les corte la luz con tanta frecuencia? ¿Son “peligrosos comunistas” que intentan perturbar el orden establecido? ¿Así se pretende presentar a la policía como defensora de la población? ¿Quién ha perturbado el orden de una manifestación pacífica? ¿O no hace falta que sea perturbado para responder de forma contundentemente desproporcionada a una reivindicación?

Las fuerzas del orden, en tanto representantes de la autoridad, deben saber dar ejemplo de moderación, mostrar su capacidad de diálogo. Por muy a flor de piel que puedan estar los nervios, la respuesta inmediata debe ser diálogo, templanza, comedimiento, ponderación. Eso hará crecer la estimación hacia las fuerzas de seguridad. Ver un enemigo a batir en cada ciudadano es la mejor forma de estar permanentemente enfrentados cuando lo que debería primar es el entendimiento, porque queremos entender que la misión de esos profesionales, lejos de ser la de guerrear con la gente, es la de protegerla en todas las circunstancias, incluso en las aglomeraciones grandes y pequeñas, en las que es más fácil el brote de la tensión nerviosa, tensión que nunca debería brotar de ninguna parte, pero menos aún de quienes tienen el deber ineludible de poner orden, función parte de su misión de predicar con el ejemplo.

En la medida en que el pueblo y los cuerpos policiales deben convivir y cooperar, debe haber entendimiento entre ellos, antes, mucho antes que enfrentamiento. Y cabe asegurar sin miedo a errar, que en este caso el primer paso corresponde a los miembros de la policía de todo rango. Si en una concentración se cuelan elementos nocivos de los dedicados a crear problema, téngase en cuenta que van principalmente contra los manifestantes, que si provocan a la policía o a terceros, lo que en realidad buscan es desacreditar y perjudicar a los primeros. Por lo tanto la respuesta policial, que en estos casos más vale pecar por defecto que por exceso, porque no se puede hacer pagar a quienes simplemente ponen un práctica una actividad completamente lícita, en estos casos, decimos, debe destacar antes que nada la prudencia y la justicia y justeza en el tratamiento. El estamento policial debería hacer lo posible y más por ser un corpus al servicio de la ciudadanía. Porque quien más fuerza tiene es quien primero debe demostrar templanza, serenidad, quien debe ver a la gente como lo que son: personas hartas, cansadas de que todos los problemas del Estado recaigan sobre ellos. Más aún en tanto representan al poder. En este caso protestaban por la falta de respeto de las eléctricas con los cortes de luz; pues será a las eléctricas a quienes habría que reprimir, no a quienes sufren esos cortes también sufridos por aquellos funcionarios policiales vecinos de esos barrios.

En definitiva unas fuerzas del orden defensoras del pueblo, amigas del vecindario, amables, capaces de comprender que represión y orden son palabras contrapuestas, podrían crear vínculos positivos que mejoren la relación entre dos grupos que en democracia no tienen por qué considerarse enfrentados, pero que difícilmente podrán ponerse de acuerdo cuando el más fuerte practique la razón de la fuerza de la forma en que lo hizo durante la manifestación de Barrios Hartos. Utilizar más la palabra y menos la porra aumentará la confianza en la policía, actitud colaborativa que también es necesaria y oportuna en determinados momentos clave.

Aunque queden pocos lugares de memoria histórica, aunque haya quienes aunque vean un hotel no podrán dejar de olvidar su paso por La Gavidia, sería mejor recordarlo como algo pasado. Pasado y olvidado.

 

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