El Condado de Porto Cale (I)

Las guerras que se sucedieron entre los siglos VIII y XV en la península ibérica obedecían a una dinámica creada por las tribus germánicas que irrumpieron en el Imperio a partir de finales del siglo IV y terminaron de desintegrarlo

El Condado de Porto Cale (I)
El Condado de Porto Cale (I)

El concepto de re-conquista

Acostumbrados a oir y a leer sobre la llamada reconquista, como de una versión anticipada y prolongada de la guerra de la Independencia, pocos se han parado a pensar en la imposibilidad de una confrontación de ochocientos años y de que los legítimos habitantes de nuestro suelo pudieran ser «liberados» por quienes no lo conocían más que por breves y contadas visitas de algún hacendado en busca de las ciencia y medicina inexistentes en su tierra.

Convenía ocultar la verdadera naturaleza de las múltiples guerras englobadas en tan inexacto apellido; ocultar la raíz de una cultura —si se pudiera llamar sí a su completa ausencia—, que volvía a hacer necesidad de la guerra, hasta convertirla en oficio, revirtiendo la historia a su principio, pero sin ni siquiera soñar la madurez cultural de la época clásica.

Las guerras que se sucedieron entre los siglos VIII y XV en la península ibérica obedecían a una dinámica creada por las tribus germánicas que irrumpieron en el Imperio a partir de finales del siglo IV y terminaron de desintegrarlo. Les guiaba la doble necesidad de asentarse en un lugar cálido, productivo, con una población trabajadora que les mantuviera y les permitiera eternizar su condición militar de ocupación. Sólo así puede entenderse el desastre de La Janda como un «revés» y las luchas posteriores como una vuelta a empezar.

Evolución política y militar

Frente a lo escrito, basado en un extraño interés por ocultar la verdad histórica, el Emirato y posterior Califato cordobés nunca intentó ejercer un completo centralismo en el gobierno de la península. Son muchos los ejemplo de unidades territoriales autónomas en sus cuatro puntos cardinales. Valga como ejemplo los territorios mantenidos por los hijos de Witiza, o la autonomía plena de Cantabria, ejercida dentro del Emirato por los duques del mismo nombre. Las franjas territoriales del Cantábrico y los Pirineos tenían para el gobierno de Córdoba el mismo nulo interés que tuvieron para Roma: eran un quebradero de cabeza sin compensación, por su escaso valor geopolítico y económico.

Pero mientras los territorios situados más al sur no intentaron convertir su autonomía en independencia —caso de los condes Tudmir en el condado de Murcia— los de esas franjas del norte, separadas por un amplio espacio yermo y casi deshabitado, sí se dispusieron a ejercerla.

Sin embargo, que intentaran hacerlo tan tempranamente como cuenta la historia oficial, es tan poco cierto como la mítica batalla de Covadonga, que jamás tuvo lugar, ni en la montaña sagrada ni en ningún otro sitio. Al principio, los que luego se llamaron «reinos cristianos» dependían tanto del gobierno de Córdoba como las Khoras —división administrativa similar a las actuales provincias— de Badajoz, Sevilla, Toledo o Zaragoza.

Cuando esos lugares, llamados reinos o condados, decidían separarse administrativamente del gobierno de Córdoba, apelaban a su religión oficial única, frente a la dualidad del sur. Es entonces cuando empieza a mezclarse el componente religioso; ni antes, ni lo condiciona. Entonces interviene la autoridad papal para sancionar el hecho y coronar reyes a los sucesivos jefes tribales o condes que se van emancipando. Son los casos de León, Navarra ó Aragón. Castilla accede a reino tras el reparto entre sus hijos por Fernando I, que se había adjudicado el reino de León por su casamiento con Sancha, hermana del leonés Bermudo III. Cataluña se mantiene condal, en tanto Marca feudataria de Francia. Las hoy provincias vascas fueron señorío de Navarra y de Castilla, sucesivamente.

Estos territorios comenzaron como feudos de un señor que buscaba su propia independencia del Estado, aunque este no fuera centralista. Continuaron como reinos, condados o señoríos, primero dependientes, más tarde independientes, `pero siempre necesitaron terrenos más al sur, para disponer de tierras más productiva y para poder continuar en la vorágine que se habían impulsado a sí mismos tras desarrollar el oficio de la guerra. Así crearon una dinámica —cultura suele decirse, aunque niegue los más elementales principios culturales— en la que guerrear es lo noble y la única forma de prosperar. En esas condiciones el trabajo sólo pueden hacerlo otros, otros que sólo pueden ser los invadidos, los naturales de los territorios conquistados. Nuevos y más motivos para continuar en su labor conquistadora-expansionista.

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