La obsesión por el tamaño trasciende elementos corporales pero no deja de ser obsesión sexuada. Medir a las ciudades por el número de habitantes es un error doble, triple. Y una forma de producir, de fabricar esa “España vaciada” que de pronto se ha puesto de moda como si igual de pronto se pudiera llenar. La “España vaciada” o la “Andalucía vaciada”, que también existe aunque en mucha menor proporción, son resultado de una política. De una errada forma de entender y hacer política. Las ciudades crecen, y decrecen, por obra de un espíritu menos santo y blanco que el representado por la paloma. Vamos al principio: una ciudad solamente puede crecer por encima de su crecimiento vegetativo si recibe inmigración. Y esa inmigración, a su vez, supone decrecimiento para otra ú otras. Madrid, por ejemplo, está llena de gente de todas partes; de descendientes de gente de todas partes y sigue dándose la afluencia migratoria en perjuicio de los lugares de dónde la gente procede.
Ya está el artículo liquidado. Pues, no. Hay más.
Las ciudades no necesitan ser más grandes para ser más importantes. Ese gravísimo defecto específicamente español ha provocado el vaciado de grandes extensiones en la península ibérica, no lo ha conseguido en el caso de Andalucía, por la mayor población de que históricamente hemos disfrutado aquí, pero se acerca a tres millones el número de andaluces que han engordado los censos de otras comunidades, principalmente, por este orden, Cataluña, Madrid y Euskadi. La emigración, en sí ni buena ni mala, tiene la negatividad del desarraigo. Y de ser producto de la caprichosa y discriminatoria concentración de la industria en determinada/s área/s.
Nada es casual y esto menos. La emigración tiene un móvil fundamental, primordial: mejorar las condiciones de vida. La emigración andaluza fue toda una carrera a partir de los años cincuenta del siglo pasado. ¿Por qué no antes? En el siglo XIX y principios del XX Andalucía era la comunidad que mayor cantidad aportaba en impuestos. Esto sólo es posible porque en el siglo XIX era la Comunidad más industrializada, más activa. Tan sólo y lentamente, durante todo el siglo XX y lo que va del XXI Andalucía ha ido perdiendo su posición porque los gobiernos, en una fingida operación de “nivelar” favoreció con subvenciones e inversiones extranjeras la industrialización de la franja norte. Y paralelamente abandonó la de Andalucía, a la que se pusieron trabas y trampas para impedirla crecer. El detalle se puede conocer en Europa ¿solución o problema? (Entrelíneas editores).
Las ciudades crecen en función del trabajo que pueden ofrecer. Y viceversa. El centralismo español con su “triángulo del desarrollo” (Madrid-Barcelona-Bilbao) convertido en cuadrilátero con la inclusión de Valencia, ha capitalizado las inversiones oficiales y las exteriores, forzadas a centrarse en ese espacio físico, empezando por la propia ciudad de Madrid que, por fuerza, tenía que ser “la capi”, más de capitalizar que de capitalidad. La situación continúa. Y se recrudece. Sobre la mesa de la mayor caja de ahorros ahora convertida en banco, sigue presente el dossier sobre el único banco permitido a Andalucía (por ahora), merced a las simpatías de Chaves y la omnímoda fuerza de la otrora super poderosa Magdalena (Mandatela) Álvarez. La fusión de Unicaja con Liberbank no ha mandado el dossier a la papelera. Si fue posible reducir las catorce cajas de ahorros y los siete bancos andaluces a un solo banco situado en tercera fila, aquí es posible todo. La “gran” Caja de Ahorros ahora banco a la que se han regalado cinco bancos y seis cajas andaluzas, sólo tiene que esperar el momento propicio para controlar todo el dinero andaluz y cerrar otros miles de oficinas más en beneficio propio. ¿Otra “Operación Popular”? ¿Crear entidades más fuertes para “competir” en Europa? Pretextos sobrarán el día que el poder lo decida
Que para el poder y la super estructura socio económica hispánica, la existencia de un banco andaluz no deja de ser un desafío.
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