Burbujas: pagamos todos

Las burbujas inmobiliarias creadas por la especulación y el egoísmo de empresas y particulares han traído ruina y miseria, desahucios y años de crisis

Cartel de una vivienda en alquiler.
Cartel de una vivienda en alquiler. CANDELA NÚÑEZ

Las burbujas inmobiliarias creadas por la especulación y el egoísmo de empresas y particulares han traído ruina y miseria, desahucios y años de crisis. Pero se siguen provocando con unos precios sobredimensionados, desmesurados y abusivos. Porque lo que se necesita en las ciudades son viviendas para las familias, no para pseudo inversores, inversión que no repercute en beneficio sino en perjuicio de la sociedad, incapaces de todo cuanto no sea elevar precios. Pues se necesitan viviendas para vivirlas, para el vecindario, no para turistas de mochila que se traen el bocadillo y el licor para no hacer gasto en la ciudad, para no dejar en la ciudad el menor beneficio salvo una ganancia relativa por los gastos ocasionados, pues en este caso no pueden reclamar a los turistas los desperfectos, aunque al arrendatario habitual le reclamen hasta el desgaste natural. Sin embargo a Feijóo y al PP, incluso la débil Ley de Vivienda le parece excesiva. Prefieren que la gente se vea obligada a vivir en chabolas.

Todo negocio se crea para obtener beneficio. Pero el beneficio sólo puede ser una parte del costo de mantenimiento de un negocio, pues todo negocio tiene un gasto: materia prima en el caso de la industria, en el del comercio suministros para su venta. Y en ambos casos el personal necesario. En la posesión y alquiler de viviendas todo es beneficio, el cien por cien del precio impuesto al arrendatario, porque no precisa nada. Y encima se pretende no tener que afrontar ni siquiera el mantenimiento. Así que en un coche el arrendador no exige al arrendatario que soporte los posibles pinchazos, ni avería alguna. Y sólo existe el seguro para accidentes. El arrendador de una vivienda exige la reparación y reposición incluso de un simple desconchado en la pared. 

Ahora, visto tanto abuso, véanse algunos números: alquilar un piso en Suiza cuesta aproximadamente lo mismo que en Andalucía, pero allí el salario es de tres mil doscientos euros. Una “pequeña diferencia”. Además allí los contratos son permanentes y las subidas se ajustan estrictamente al IPC, tanto si sube como si baja y los caseros no necesitan que se les recuerde. En Berlín y Nueva York se persigue con dureza a los pisos vacíos y se fuerzan a sus propietarios a ponerlos en alquiler por medio de fuertes sanciones. Eso aquí es calificado por la derecha de “bolivariano”, sin embargo ni Berlín ni Nueva York son ciudades cuyos ayuntamientos puedan ser sospechosos de comunistas.

Aquí, hace 40 años el costo de un piso con piscina y pistas de tenis no llegaba a los dos millones y medio de pesetas, como el salario estaba en torno a ochenta mil, el piso salía de promedio por el sueldo de treinta y dos meses. En 2003 el mismo piso sin más servicios cuesta trescientos mil euros mínimo y el salario es de mil cien/mil doscientos euros, el equivalente al sueldo de doscientos sesenta meses. En este espacio de tiempo los salarios han crecido un veinticinco o treinta por ciento. La vivienda un mil por cien. Pues a Feijóo aún le parece poco, ordena a las comunidades gobernadas por su partido no cumplir la Ley y manifiesta su intención de derogarla junto con otras, como la reforma laboral o la subida de pensiones si alcanzara el poder. Un aviso para no permitir que lo alcance.

Esto supone estar dispuesto a arruinar a España y hundir en la miseria a la mayor parte de la ciudadanía, para dar “manga ancha” a fondos buitre, grandes promotoras-inmobiliarias, bancos y aprovechados en general. Avisados estamos.

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