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3 JUAN CARLOS TORO

El bi-partidismo ha muerto. Las elecciones del día 23 certificaron su defunción. Más vale que lo entierren boca abajo para hacerle imposible su hipotético y pretendido regreso. Han fallado las encuestas, una vez más ¿o no? Puede que sí, pero también puede que no. Porque los medios de comunicación más afines al PP, en vez de mantener la neutralidad, se han lanzado a hacerle campaña gratuita y algunos incluso a dar por segura la victoria de Feijóo a quien ya llamaban “Presidente”. Las encuestas, salvo contadas excepciones, no sirven para conocer la intención de voto, sino para orientarlo. Sin embargo, a su pesar, la que más se ha acercado a los resultados ha sido el vapuleado Centro de investigaciones sociológica (CIS), por lo que ha venido a ser el más imparcial.

Los americanos “Instituto Tavistock”, “CFR” y los demás productores de encuestas, parte del grupo Rockefeller, tienen esta idea más que firme: en lo político y electoral, las encuestas se hacen para orientar el voto. Y fuera de momentos electoreros para que se acoja con sumisión cualquier producto, orden o norma impuesta y así se acepte mayoritariamente la instauración del “Nuevo orden mundial” cuando llegue el momento. De ahí las guerras solapadas de USA en todo el mundo, aunque teóricamente sean organizadas por grupos locales. Ya hay muchos miles de personas que se preguntan quién o quienes están provocando incendios tan devastadores como el de África o Borneo, los de la Amazonia o el más reciente de Canadá. Tienen tan clara su idea que estos órganos de lavado de cerebro, como ya se les conoce, sean los que asesoren y ayuden económicamente a la derecha y la ultraderecha, esta que ayer los votantes decidieron rechazar una vez más.

No se debe mentir, deberían saber que “en boca cerrada no entra moscas”. Es cierto. Tampoco pueden salir exabruptos. Un gobierno de coalición —habrá que recordarlo— no es ni fantasma ni Frankenstein. Sin embargo, Feijóo, que tanto ha despotricado de esa fórmula, ha intentado practicarla, pero como ni siquiera la suma de todos los escaños de derechas y ultraderecha juntos obtienen mayoría, ahora se deja caer con que “lo dejen gobernar porque es el partido que más votos obtuvo”. No se entera, no se quiere enterar, que para hacer una cosa así hace falta reformar la Constitución y desestimar la Ley D'Hondt para redactar en su lugar otra más justa. Pero ambas normas son “sagradas” para ellos. Lo son porque les benefician, pese a los descalabros ya vistos, de los que el último sólo será el último. Por ahora.

Sin embargo, la Constitución ha cumplido cuarenta y cinco años. El método D'Hondt, muchos más. La Constitución se hizo al alimón entre personajes implicados en la dictadura y demócratas de nuevo cuño, con el sonido de pistolas en sus oídos. Posiblemente en esas condiciones no podía salir algo más democrático ni más justo que lo que salió. La Ley D'Hondt está hecha para que sólo existan dos partidos, sólo dos y nada más que dos. Cuando solamente hay dos partidos es cuando más pierde la Democracia. Es una contradicción y un anacronismo, en realidad explicable, porque el objeto único del bipartidismo es que los dos partidos se alternen en el poder y así disimular la poca o nula actividad de ambos. En el bipartidismo se da como consecuencia la anulación plena de la comunicación Ciudadano-Administración. Eso conduce a parálisis de la administración que no tiene quien se oponga, pues las diferencias entre los dos partidos alternantes, no es más que el teatrillo para simular diferencias entre ambos.

La obsesión por coger un sillón es malo, Señor Feijóo, tan malo como oponerse a reformar leyes pero querer incumplirlas. Muy malo para el electorado que acude a votar en la confianza de ver cambios impresos para prosperar. Las coaliciones, en cambio, representan diversas sensibilidades y fuerza la adopción de medidas para beneficiar a sus representados. En cambio, las mentiras más burdas se dan en las derechas, aunque alguna sólo se mantenga bajo un velo para que nadie se percate de sus intenciones. Decir que ellos votaron "sí" a las leyes promulgadas durante los últimos cuatro años, es una burda e infame burla, porque sucesivamente los de Feijóo y los de Abascal han votado contra la reforma laboral y la correspondiente subida de salarios, a subir las pensiones, a mejorar la sanidad y la enseñanza, a proteger los derechos de los más desfavorecidos, a mantener becas para estudiar en la Universidad (posición esta muy acorde con su filosofía política, más bien ausencia plena de filosofía y de ética). Esta es la pura realidad, que estaba en su agenda, igual que estaba en ella pactar con Abascal pese a haberlo negado reiteradamente.

Por todo ello debe agradecerse al electorado que nos haya apartado de dar preferencia a la oligarquía, del aumento de la desatención sanitaria, de la bajada de pensiones. Y de volver a ocupar el último puesto en la UE.

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