Andalucía, una

Las autoridades malagueñas han estado provocando enemistad de su ciudad hacia Sevilla, hasta tal punto que la tarea, casi hecha norma, llegó a calar en otras capitales de provincia

Un puño apretado, con la bandera de Andalucía de fondo.
Un puño apretado, con la bandera de Andalucía de fondo.

Eso se pedía y pregonaba durante la mal llamada “transición a la democracia”, pero las autoridades malagueñas han estado provocando enemistad de su ciudad hacia Sevilla, hasta tal punto que la tarea, casi hecha norma, llegó a calar en otras capitales de provincia —porque ese enfrentamiento no ha sido de provincias, sino de capitales, aunque unos pocos pueblos se hayan sumado a ella—. Esa enemistad inducida desatendía y rompía una hermandad de siglos, sólo rota por responsabilidad de esos políticos y de la Junta de Andalucía que, incumpliendo su deber de coordinar y vertebrar Andalucía, lo ha fomentado. 

Entre sus acciones contra la unidad de las ciudades andaluzas, la Junta de pronto detuvo un buen día la construcción de la infraestructura para el AVE Sevilla-Santa Ana, que hubiera acercado entre sí a Almería, Granada, Málaga y Sevilla y poblaciones cercanas a éstas o intermedias. No solamente abandonó su construcción, dificultando la comunicación este-oeste, sino que la condenó para siempre al regalar a ADIF diez kilómetros de esa infraestructura para ahorrarle la reparación de las vías del tren tradicional, destrozadas por un corrimiento de tierra a causa de las lluvias.

Desde entonces no se ha vuelto a hablar de ese recorrido, que ponía a Málaga y Sevilla a una hora escasa, y Granada a media hora más, lo que facilitaba los intercambios entre ambos centros industriales, universitarios, culturales y científicos. Posteriormente, el PP reconocía su proyecto de aislar a Sevilla; pero con ella se ha aislado también a Cádiz y Huelva, cuyas infraestructuras ferroviarias no se modifican, no se modernizan y se han dificultado las comunicaciones con el sur de Portugal, con quien tanto tenemos en común. Se ha interrumpido el acercamiento mutuo de unas ciudades que siempre fueron hermanas y se ha dificultado o imposibilitado la posibilidad de cooperación entre ellas. 

Las conurbaciones de Málaga y Sevilla superan con creces la cuarta parte de los habitantes de toda Andalucía y concentran la mitad de su industria. El desarrollo armónico de sus posibilidades industriales, culturales, científicas y electrónicas, estaría siendo ya un motor económico de primera magnitud para toda Andalucía. Pero los políticos comprendieron muy pronto que la amistad entre ciudades no les beneficiaba. Por eso prefirieron practicar el enfrentamiento.

Juanma Moreno y su equipo llevan ya cinco años ocupando la presidencia de la Junta de Andalucía y que se sepa no han tenido el menor gesto hacia la recuperación de ese acercamiento físico y la promoción de la cooperación mutua, tan necesaria y beneficiosa. Normal, previsible, después que Bendodo manifestara en círculo íntimo ese aislamiento provocado referido más arriba. Bendodo se fue a Madrid, dónde se van todos los políticos a quienes Andalucía importa nada, pero la cosa sigue. ¿También Moreno y su Gobierno temen al acercamiento y la cooperación entre las ciudades más pobladas e industriales? ¿Porque Juanma, aunque sin talla suficiente, también es político y a los políticos, por desgracia, lo que les satisface es la desunión, incluso mejor el enfrentamiento entre sus poblaciones y sus ciudadanos, en este caso la división de los andaluces, porque dividir es para ellos una forma de vencer?

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