Adoctrinamiento para impedir la unidad

Aquellos que critican un día y otro el supuesto adoctrinamiento en Cataluña, cuentan para convencernos de la “realidad y la importancia de sentirse españoles”, que España ha nacido tres veces

Uno de los manifestantes en una movilización con la bandera andaluza.
Uno de los manifestantes en una movilización con la bandera andaluza.

El imperialismo pervive. En esta tierra de (in)promisión, donde decide la potencia energética desarrollada, subsiste el vigorrismo, valor inestimable de Canal Sur, disfraz-remedo de la cultura andaluza que la cadena televisiva desprecia, falsea y proclama el error de creer en Andalucía. “Ladellos” con un nutrido plantel de políticos, escritores de mentiras consolidadas, para convencernos de dejar de pensar en lo nuestro y centrarnos en un centralismo que “sólo” nos ha impedido crecer y conocer nuestra realidad social, cultural y económica, que ellos llaman “internacionalismo”.

Eso sí —por sus hechos los conoceréis— un internacionalismo de pacotilla en rebajas, que abarca desde Gibraltar (desde La Línea, Gibraltar se queda fuera) hasta los Pirineos que-nos-separan-del-mundo. Un internacionalismo que desprecia la unión con Portugal, vieja aspiración del andalucismo federalista, y eso que según su perorata Portugal sería una “escisión” de la imperial Castilla. La primera, vamos, la primera Cataluña de la historia.

Hilarante si no fuera dramático. Aquellos que critican un día y otro el supuesto adoctrinamiento en Cataluña, cuentan para convencernos de la “realidad y la importancia de sentirse españoles”, que España ha nacido tres veces. Según el engendro, España nace cuando los griegos reparan en la península a la que llaman “Iberia”. Ignorantes, pobres angelitos, que “íbero”, etimológicamente, significa “los del lado de allá”, “los de la otra orilla”.

Para el imperialismo conferenciante sigue siendo España cuando Roma da el nombre de Spania, cambiado más adelante por facilidad de pronunciación en Hispania a un territorio, la península ibérica, dónde multitud de tribus en el norte y un Estado consolidado en el sur, ni se conocen; mucho menos pueden tener una estructura política común. Y nace de nuevo con la proclamación del “reino godo de Toledo” (godo, obsérvese), unos invasores que tardaron trescientos años en apoderarse del territorio al sur de los Pirineos.

“No es España”, en cambio los ocho siglos de existencia andalusí, pero “nace otra vez” con el enlace de los reyes católicos, ignorantes de nuevo, que a la muerte de Isabel heredó Castilla su hija Juana, y Fernando se tuvo que retirar “a sus estados de Aragón”, y su nieto, Carlos, sólo heredó los reinos aragoneses porque Fernando no pudo tener hijos con su segunda esposa, Germana de Foix.

Estos puntos sí los dejó claros Julio Anguita. Menos mal que al día siguiente estaba allí para deshacer falsedades. Dejó claro en sus aclaraciones, que mentir para defender algo, como Guerra, Díaz de Cortázar o Moa, es la mejor forma de no defenderlo. Mientras tanto, en otra gran ciudad de Andalucía, vestían niños de uniformes y los ponían a desfilar con fusiles o espingardas. Esto ¿no es adoctrinar a quienes están formando su carácter? ¿No es incrustar en sus mentes la idea imperial?

Parece casualidad. Extraña, más bien causalidad la elección de las dos ciudades más grandes de Andalucía para practicar el adoctrinamiento. Las que pueden influenciar en otras. Interés inversamente proporcional con permitir comunicación entre ambas. Se adoctrina para dominar y para dominar se separa, se aleja y se enfrenta. Las dos ciudades que representan más del 15% de la población andaluza, el 30% sumadas sus áreas metropolitanas, podrían plantear alternativa, por eso problema, al españolismo centralista. Málaga y Sevilla unidas, como estuvieron habitualmente, romperían el esquema atribuido a Andalucía.

Se desmontaría el cuidadoso trabajo elaborado por el Gobierno y la Junta para enfrentar a los andaluces con el fin de mantenernos dependientes. Quedaría probado que la división carece de sentido, que unidos seremos más fuertes. Que es beneficiosa la existencia de Andalucía Tech, a la que deberían sumarse las otras ocho universidades públicas.

Que la cooperación comenzada por sus alcaldes hace pocos años, es trasladable y merece la pena la colaboración más estrecha de todos los municipios entre sí. Que los “agravios” se oponen a la cooperación porque son semilla de centralismo imperialista. Que es mejor ir unidos. Se comprende que Andalucía unida sea un peligro para el Gobierno, pero porque el Estado está contra Andalucía, Andalucía no está contra el Estado. Andalucía es un problema para el imperio, porque el imperialismo imposibilita su liberación.

Seamos conscientes. Seamos libres. No nos dejemos engañar nunca más.

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